26 dic 2010

Una campaña de navidad



Con lo tedioso que era pisar la universidad los últimos meses, con un esfuerzo existente al calentar la silla del aula, veía un paraíso concluir el semestre y sin tedios ni esfuerzos verme leyendo a pierna suelta, hasta que los ojos me lo permitieran, mis novelas, que a veces se andan empolvando en la estantería; que encuentro más reconfortante a mi espíritu avanzar pagina a pagina un libro escogido por mi ímpetu literario, que obligado a leer una copia pirata de una lectura que mi ser encuentra detestable, ¿acaso me equivoque de profesión?

Y cuando las condiciones estaban dadas, no más semestres, al fin abrir las cortinas, sentarme al sillón, combatir con el tiempo, voltear la página, prender la lámpara, coger el libro, volver a encontrar una posición adecuada y soltarlo al escuchar el cacarear del gallo. Se me ocurre revisar mi correo electrónico, abrir un mail de mi jefe y enterarme sutilmente que soy encargado de una campaña de navidad, ¿y la democracia?, lo único rescatable del mail, es la buena compañía con la que trabajaré.

¿Cuándo se me fue la solidaridad hacia con los demás? ¿Acaso no soñaba con ayudar a los pobres? Mi adolescencia me permitía soñar con ello, soñar con ser un Tereso, darme hacia los más necesitados; mi juventud ha ido aplacando ese ímpetu solidario, suficiente con ser participante de un par de campañas de navidad, voluntario de un par de colectas para contribuir con los fondos de alguna institución benéfica, ¿para qué más?

Fue un fastidio saberme como encargado de una campaña, y eso que no estaba solo, ¿acaso mejorará en algo su calidad de vida de esos niños chaposos compartiendo unas horas con ellos? Mi respuesta es una incógnita; un juguete, una ropa, un chocolate caliente, un pedazo de panetón son efímeros para una vida, ¿lo son acaso esa alegría que provocas en sus rostros? Esa esperanza que les llevas por un momento en sus vidas, celebrar con ellos la natividad (nacimiento de Jesús) ¿no es acaso un acto de amor? ¿Lo recordarán de grandes?

Por otro lado, estoy convencido que es mejor enseñar a pescar que dar el pescado, tengo una postura en contra de esas instituciones benéficas que siembran parásitos en la sociedad, de esa filosofía que te enseña a pedir y pedir, la pobreza no significa insuficiencia, la ayuda no es dar por dar, la riqueza es un mal si no enseña a crecer a los demás.

No es lo mismo haberme pasado un día jugando con los niños que haber conseguido los juguetes para que los niños jueguen.

Recuerdo el año pasado, viéndome viajar en el pasillo del bus que nos llevaba al Colca para la campaña de navidad, era un esfuerzo gratificante sacrificarme en el viaje para que los nuevos participantes puedan tener un viaje digno, más gratificante fue regresar de esa campaña con un ronquido a cuestas por tanto cantar con los niños, con un cansancio presumible por haber dado todo por ellos, tan solo un día.

Este año fue distinto, un día te ves preocupado por saber si ira gente a tu campaña, al día siguiente tienes la incertidumbre de no tener nada, el martes hay algo paupérrimo en tus manos, el miércoles piensas desistir y cancelar la campaña, inevitablemente llega el jueves.

Es jueves y te ves con un bus casi repleto, solo dos asientos vacios (el tuyo y el de tu prima), con gente amiga que se apareció de improvista, con donaciones anónimas y otras con nombre, que hicieron posible las compras para la campaña, con personas que te prestan su colaboración para que todo salga mejor, ves a jóvenes como tú que conversan con rostros magullados y desdentados, a chicas y chicos pintando con niños, los hay otros jugando con ellos, algunos forman filas buscando un orden, todos atentos al nacimiento del niño Jesús, cuidado con el disfraz que es alquilado, ella hace la chocolatada, él la sirve, tú das el biscocho y esa voz ronca cantándoles que el lobo no quiere sacar a la chiva y que la chiva no quiere salir de ahí; y al final del día te informan que milagrosamente no solo alcanzo sino que te ves de regreso con cosas en la bodega para una próxima campaña. ¿Se apuntan?




8 dic 2010

La era del desconocimiento Latinoamericano



I. Materias Primas

“A diferencia de lo que ocurría hace dos siglos, cuando las materias primas eran una fuente clave de riqueza, hoy día la riqueza de las naciones yace en la producción de ideas. El siglo XXI es el siglo del conocimiento.” Andrés Oppenheimer.

No es una iluminación divina, la propuesta de cualquier político, de sacar el valor agregado a nuestras materias primas. Hace algunos meses atrás, cuando escuchaba las propuestas improvisadas de nuestros candidatos municipales y regionales, hablar de más trabajo y mayor riqueza, ¿Cómo generar riqueza y trabajo? Simple, no vender nuestras materias primas sino exportar productos de calidad, al hacer ello, incrementaríamos puestos laborales y obtendríamos más ganancias; la solución a nuestros problemas ¿no cierto señores candidatos?

No dudo de las buenas ideas de las personas, mas bien, me fatigan las ideas populares sin fundamento alguno, y me encolerizan, que estas ideas populares sean vendidas al pueblo, generando un rencor nacionalista. ¡Todo venden!

El Perú, como otros países latinoamericanos, en los últimos años tiende a aumentar su economía, en el nuestro, llámese venta de materias primas. No es un secreto a voces que si estas materias primas tuvieran un valor agregado nuestra economía sería totalmente distinta, ¿es tan fácil generar un valor agregado?, desde 1950, más del 80% del valor exportado son materias primas o productos primarios, tan solo el 20% son productos industrializados pero tradicionales, es decir, con un bajo nivel de procesamiento.

Como países como Finlandia y Singapur, que no tienen materias primas, disfrutan de las mejores economías del mundo y nuestros países, riquísimos en materias primas, los identifican con el tercer mundo.

La respuesta es sencilla: “Conocimiento”

Aun si creáramos valores agregados a nuestros productos ¿Cómo competir con los gigantes asiáticos? Si su mano de obra es mucha más barata que la nuestra, en Estados Unidos por lo menos un ingeniero gana anualmente 50 000 dólares, en la India un ingeniero igualmente capaz, gana 3 300 dólares. A diferencia de la India democrática existe una China comunista, donde las leyes laborales son inexistentes, una ventaja más para las empresas que quieren siempre tener los menores gastos posibles, no dudo que los chinos son explotados y mal pagados, por eso el incremento del suicidio ha aumentado en el país comunista. (“Al menos 14 empleados de las factorías de Foxconn en Shenzhen -donde se producen, entre otros, el iPad y el iPhone de Apple- se han suicidado en lo que va de año.”)

La respuesta es sencilla: “Innovación”

¿Cómo lograr conocimiento e innovación? La respuesta es única: “Educación”


30 nov 2010

El sueño del celta



Después de tantas cavilaciones, se me ocurrió, enrumbar a mi antigua casa, una zona distante, solitaria, sin vecinos y con una primordial vista panorámica de la ciudad.


Al llegar, la calle estaba tan vacía como siempre, un cumulo de basura se arrinconaba en la berma, una lógica física me concluye a determinar que hay algo en el ambiente que hace amontonar basura frente a la calzada de mi antigua casa; estaciono frente al portón negro con aparente oxidación, descendemos de mi vehículo, un Nissan Sentra Clásico del 96, y ya nos vemos en la sala semivacía conversando, preparándonos algún licor, bailando lo poco bailable que se encuentra en mi computador portátil, soltando risas y comentarios desatinados (eso viene por parte mía), y después de tantas indecisiones, tantas idas y venidas, asientos y salidas, concluimos que acertamos con mi ocurrencia.


Al salir, ahí lo veo, inestable, medio bailable, manteniendo un equilibrio insospechado, ¡claro que lo veo! Mi Nissan del 96 con dos neumáticos menos, encolerizo de un momento a otro, me sumerjo en una risa interrogativa ¿la fiebre del caucho en pleno siglo XXI?, acá no hay leopoldos, ni Force Publique, ni capataces, ni chicotes, ni látigos, ni congós, ni amazonas; lo que acá hay son ¡rateros!


Y ya me veo, en la mañana, yendo a uno de esos mercadillos informales, recomprando “mis” neumáticos, pagando el valor agregado a un objeto de mi pertenencia, que fue hurtado de momento.


¿Me siento estafado? Ahora me pregunto cómo se sintieron esos caciques de las tribus del Congo, les llevaron regalos y les ofrecieron civilización, comercio y cristianismo, ellos firmaron sin saber leer ni escribir, pero un aspa era suficiente para hacerla valer por firma y así los de la Force Publique se valieron de un simple papel, adquiriendo derechos inexistentes para abusar de los pobres “caníbales”; cómo se sintieron esos nativos del amazonas que se endeudaban por adquirir objetos “civilizados” al quíntuple de su valor original, por eso tenían que servir a la “Casa Arana” hasta cancelar su supuesta deuda.


La codicia del hombre es capaz de alterar una naturaleza incipientemente buena, con los años su ser se vuelve egoísta y es capaz de las peores maldades con tal de conseguir poder y riqueza, y una fuente de riqueza era el caucho, que mejor que conseguirlo con unos seres incivilizados y paganos, que podrían ser maltratados, esclavizados, mutilados sin costo alguno; imponerles el miedo y el terror con armas y torturas “civilizadas” era el progreso.


¿A quién se le ocurriría denunciar este progreso civilizado? Sólo un ser novelesco sería capaz de oponerse a la civilización, Roger Casement, británico y protestante, tuvo el coraje de vivir y viajar por esas tierras inhóspitas, acostumbrándose al clima selvático, de padecer enfermedades que iba adquiriendo y luchando con las que ya traía, de aguantar tanta barbarie y no voltear la mirada, de recomponerse de lo que psicológicamente era imposible, y sobre todo, de denunciar las atrocidades que se perpetraban en el Congo y la Amazonia, de redactar informes que dieran alguna esperanza a los esclavizados indígenas.


Roger Casement, irlandés y católico, él también era un esclavo de la corona británica, sin duda, una esclavitud más civilizada, porque no solo se necesita de barbaries inhumanas para darse cuenta de la prisión donde vives, sus hazañas por el mundo no solo le regalaron reconocimiento sino que también le regalaron ansias de “libertad”.


Murió ahorcado, un ser que lucho por los demás, tuvo errores y aciertos, quizá murió héroe o villano, tan solo sé que Vargas Llosa me regalo una novela que me hizo conocer a un humano imperfecto y bueno, me hizo envidiar a un irlandés y católico. Murió sin saber que su patria sería libre pocos años después, pero quizá él era de esas personas que se tenían que sacrificar para que algo empiece andar; bien se lo dijo el joven Plunkett: “Hay algo que usted no ha entendido, me parece. No se trata de ganar. Claro que vamos a perder esa batalla. Se trata de durar. De resistir. Días, semanas. Y de morir de tal manera que nuestra muerte y nuestra sangre multipliquen el patriotismo de los irlandeses hasta volverlo una fuerza irresistible. Se trata de que, por cada uno de los que muramos, nazcan cien revolucionarios. ¿No ocurrió así con el cristianismo?”.

Al regresar, en mi Nissan del 96, con mis llantas nuevamente adquiridas, me para un policía, se me acerca y me pide mi permiso de lunas polarizadas, le digo que no tengo, haber enséñeme sus documentos, tampoco tengo jefe.





9 nov 2010

¡Maldito seas!



Basado en un hecho real y reciente.

Se quedo detenidamente observándose, la luz se impregnaba en el espejo, luz blanca que con el reflejo le hacía cerrar la vista por momentos, los volvía a abrir para contemplarse, le gustaba verse, era joven, con un cuerpo simétrico, se volvía a ver y sonreía de ella misma, lo sabía, era linda.

Era un aproximado a las once, la bulla era mínima, a ella le tranquilizaba la noche, como si el mundo se introdujera en un manto negro, guardando luto, acallando sus vertidos sonidos, haciendo de la noche silenciosa un pésame de paz. Por momentos se escuchaba un acelerar distante, rara vez un refrenar brusco, nada de claxon irritantes a la vida, ¿quién lo hace entender al hombre en su crispar por acelerar?, sin embargo, no veía la hora de subirse en uno de esos taxis, verse reflejada en el ventanal y sacarse nuevamente una sonrisa; no por eso deseaba el avanzar del minutero, era él, mañana lo volvería a ver, no solo sentir su ronca voz como hace minutos, era gruesa, por momentos grotesca, se atragantaba a ratos, pero el amor era más fuerte que su hablar, se amaban y hasta por momentos a ella le parecía sensual su voz, le gustaba escucharlo pero más acariciarlo, sentir sus brazos, su protección, por eso no veía la hora de subir a un taxi para verlo de cerca y darse cuenta que había un gusto mayor al de contemplarse en el espejo, era él.

La puerta se abrió lentamente, apareció una figura degenerativa, cabellera rubia, tez blanca, ojos verdes y el contraste, mirada rencorosa, enfermiza, colérica, propia de un ser maldito; ella se quedo inmóvil, asombrada, perturbada, el maldito se acerco, la sujeto de los brazos, la lanzo contra el espejo y se escucho el quebrar de su rostro, de su cuerpo y el manchar rojo de su alma.

Se vio sujetada cuando volvió en sí, le punzaba la piel, los pedazos de vidrios le resquebrajaban la carne, percibía el dolor latente en su cuerpo, quería movilizarse, desplegar sus dedos en su rostro, en sus brazos, acariciarse los pechos, tocarse el vientre, una fuerza lo impedía, al punto de no sentir sus manos, sus pies, estaba sujetada en el camastro, sintiendo el estirar de sus extremidades.

Lloraba de miedo, desesperación, dolor, ¿Quién eres? ¿Por qué me haces esto?, quería decírselo, el esparadrapo se lo impedía, silenciaba su sufrir, su queja, su reclamo, y en el fondo, quería implorar piedad, misericordia, perdón.

El maldito agarro pedazos de vidrio, se acerco a una de sus manos, blancas, suaves, pequeñas, e introdujo pedazo por pedazo a cada yema, con tirana fuerza, dedo por dedo, lento, despacio, como si tuviera toda la noche por delante, ¡ya no más por favor! ¡Te lo pido! ¡No más! ¡Ya no más!, el maldito apenas escuchaba unos confusos ruidos de la boca delineante, de esos labios pequeños y rosados, de esa boquita bonita de niña; el maldito se reía, gozaba viendo la cara mojada de lagrimas, el rostro que se partía de dolor, esa mirada de sufrimiento pidiendo clemencia, el maldito veía como su badajo se endurecía de placer, su aliento excitado se percibía en el ambiente ¡era un maldito enfermo!

Ella en su agonía percibió un ruido, ¿mi madre? ¿Mi hermana? ¿Qué era de ellas? No, no solo era uno el maldito, eran más, ¿Qué les estarían haciendo? ¡Papá! ¿Dónde estás? Me gustaría que estuvieras aquí, ¡papá!; sintió una penetración en su muslo, un objeto metálico se introducía misericordiosamente hasta chocar con el húmero, el maldito tuvo que inclinarse para generar más potencia, era duro el hueso, le costó esfuerzo introducirlo; ella sentía resquebrajar sus entrañas, partir su alma, ¡basta por favor!

Volvió en sí otra vez, sus nervios estaban anestesiados, ya no sentía dolor, “al fin” escucho oír, era el maldito, seguía ahí, no se había ido, de pronto escucho una voz que decía ¡Steven! El maldito levanto la cabeza ¡Steven! Y desapareció de la habitación; ella percibió el amanecer, la luz, la esperanza, el calor de sus brazos, su ternura, ya todo acabaría –se dijo; soñaba con un vaso de agua que le refresquen los labios, quería su boca libre, aunque ya ni sentía ese trapo babeado de sus entrañas, deliraba con el agua cuando empezó a sentir un liquido sobre su piel, ¡por fin agua! –se dijo, llego a abrir los ojos y lo vio de nuevo a él, le cayó un liquido en su mirada que se la hizo arder, aún podía percibir el dolor.

Las llamas empezaron a carbonizar esa carne que perdía su simetría, su color, su belleza, ya nunca podría ser tomada en brazos; el maldito la vio por última vez, hervía de placer, caminó hasta la puerta, se deslizo por ella y la puerta se cerró lentamente, apaciblemente.





2 nov 2010

La que me sonríe al verme


La que me sonríe al verme, la que se baña sin sirenas, la que me dice tú también, mi mirada la pierde y a los meses vuelve para perderse en mi mirada, a la que llamo por teléfono y me pide que lo haga mañana, también mañana y empiezo a no hacerle caso cuando debiera, la que un día me llama y en mucho tiempo no lo hará, la que me pide que me siente a su lado y maldita sea que no me guste el suelo, la que ni se debe acordar de ello, la que me ve en la plaza y ni se inmuta, la que me escucha hablar groserías, la que un día me habla de la historia de la psicología ¿o era sociología?, a la que marcaba en mi calendario, hoy día te vi y los restantes no, a la que le llevo regalos y me sale con que tiene que salir con su amiga Charito, y ya voy perdiendo la ilación de los hechos, olvidos que se relacionan contigo, la que me pide que la llame, y yo llamo a Francia y pregunto por ti, ¿te lo digo?, mi madre y Rosario me miran, está bien, “te quiero” aunque suene bajito y parezca distante, el que se despierta a las cinco y después padezca el “jet lag” aunque siga en el mismo sitio, todo tiene sentido cuando tú estas en invierno y yo aparento vivir lo mismo.

La que no aguanta más, es incomodo lo nuestro, la que se hace la sorprendida, quizás en verdad lo está, gracias por el dinero, se lo devolveré a todos los niños del mundo, la que se alegra por las rosas que te dan la bienvenida, la que un día me habla, la que se excusa en el casete que le regalé y ahora lo quiere de vuelta, la que me ve y ratifica que no volverá hacerlo, cansado de tu no puedo sinónimo del quiero, firmo el pacto de alejarme de ti aunque ni tú te sientas feliz por las últimas líneas que te escribo, el que llora en brazos de otra por tener el alma en vilo, llámese corazón partido; la que un día me encuentra en el colectivo y me pide que la desbloquee, pero ni siquiera te tengo, ¿duele no?; y un día de esos la admito y la vuelvo admitir, volviendo a ser parte de mí, maldita manía de hacerme sufrir, y ya te veo cenando conmigo, llevándote gustitos a media noche, preparándonos desayunos a mediodía, buscándome sin previo aviso, reventándome con timbradas, me olvide el celular al propósito, no te enojas, no te importa, igual vuelves, como si fuera parte de ti.

La que me pide más dinero, tu gusto por ayudar a los niños del mundo, la que se lleva mis películas de colección, ¿por qué no las ves conmigo?, la que le pide a la Virgencita por mi bienestar y le dice que me bendiga por hacerla feliz, la Virgencita vela por mi bienestar dándome indicios para alejarme de ti, eres culpable, sin embargo, te nombras juez y parte, te declaras inocente y yo soy un insolente por tremenda calaña, estas ofendida, mira mejor tus compañías, te levantas de la mesa y me tiras la puerta.

Llega el mes de octubre, dos años después de aquel 17, se me ocurre mandarte un poema, lo remites, el Cristo morado es milagroso, te declaras culpable a grandes rasgos, lo generalizas con un perdón y tienes la caracolada de terminar diciéndome que: Y si juraste eternamente el haberme perdido, mantente firme en tu "juramento" pero como ser humano, creo que puedes ser voluble y darte la oportunidad de volver a sonreír con mi amistad.
Recuerda que "El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe".


Y concluyo diciéndote, con toda la sinceridad del mundo,

¡Eres una mierda!



26 oct 2010

¡Ocupado!



“El tigre” así lo apodaban sus compinches, era fiero y rugía en los momentos exactos, malhechor astuto, los policías no lo cazaban nunca, veloz como si tuviera cuatro patas y con su distintivo, una raya en el pómulo derecho, dicen que se la hizo su padre por tirarse los ahorros de la familia.

Lo tenía todo calculado, se había pasado un par de semanas cateando la casa, era una familia muy rutinaria, a medianoche la casa se parecía a un estadio de futbol cerrado, no había ni perro que ladre. Su nombre real era “Domingo”, ya ni su madre se acordaba que un día lo bautizo con el nombre de su padre, a la vez éste nació en la festividad de Santo Domingo de Guzmán, patrono de vaya a saber qué.

Como todo bandido respetado, tenía sus mujeres, “sus gatas” como decía él; María, ¡ay María!, estabas cansada de ser la concubina y la más cachuda del barrio, ¡pero no más! Con la hija de tu comadre no se lo ibas a permitir, 19 añitos tenía la muchacha, ahora si vas a saber quién es María Dolores Peña Calderón, ¿Qué no me atrevo? ¡Ay carajo! De lo que soy capaz, ni que conviviéramos 17 años, pero ahora sí me vas a conocer de verdad.

No le gustaba tener ayudantes, era sabido que mientras menos eran más ganancia para uno y así ya nadie habla porque él no suelta nada, a la 1 se iba a trepar el muro de la frontera, y al rato ya estaría adentro, que las púas de metal no le hacen ni cosquillas y que el cerco eléctrico no saca chispa, que la puerta me la palanqueo con mi fierro y que el hall se ve muy hospitalario, vamos por la escalera pa’ ver que me encuentro.

No era aprendiz de brujo, era el mago del saco, no traía nada y salía sin conejo pero con chanchito pa’ romper; adornos, joyas, electrodomésticos pequeños, con reloj y billetera llena, no te olvides Tigre de un par de juguetes pa’ los niños.

Y cuando ya se disponía a salir empezó su desgracia, un dolor agudo, intenso, ese que te tuerce y te llega a doblar, de tripas amargas, soltó el saco, ya no podía más, ¡no ahora! ¡Si nunca me ha sucedido! ¿Dónde está?, es la puerta de allá, se deslizo como pudo, jalo la puerta del baño, entro con propulsión y la flatulencia retumbo por los rincones de la casa.

Los huéspedes se despertaron con el ruido, el padre alzo el teléfono y llamo a la policía, sí, claro que era un ladrón y parece que está en el baño, ¡vamos para allá señor! No salgan de sus dormitorios.

Si María me dio un caldito antes de salir, ¿Qué me pudo caer mal? “El Tigre” se cuestionaba, mientras le derrumbaban a golpes la puerta y el atinaba a decir que “estaba ocupado”, y el dueño le proliferaba al teniente, que le tenían que reponer un sanitario nuevo, que no pensaba sentarse donde estaba ahora sentado ese malhechor apaciguando su malestar estomacal.

“Comadre ponga a hervir estas hierbas en el caldo y verá como ese desgraciado no vuelve a tocar otro culo que no sea el suyo.”

“¿y el papel?”







19 oct 2010

El toro Sevillano


Para los criadores y aficionados a las tradicionales peleas de toros, sombreros que llevan la insignia arequipeña, que el domingo me contagiaron por una pasión que mis raíces no olvidan.


Se subió encima de la conejera, ¿niño no estaba prohibido hacer eso?, se acerco al muro que daba al establo y ahí estaba, un semental negro, con casi una tonelada de peso y unos cachos grandes, fuertes y largos. Le estiró la mano y el Sevillano se acercó, manso como una ternera, y el niño estiró sus diminutos dedos en su cicatrizante frente, dura y con desgastado pelaje. ¡Sí! ¡Sí! Era el mismo toro del domingo por la tarde, al que no le hacían el pare una cabuya y cinco hombres jalando de ella, el mismo que corrió al medio del ruedo a esperar a su oponente, un colorado con manchas blancas, fiero e intimidante como él; lo midió, lo espero, rabillo con rabillo y cuando su furia no pudo más, embistió, la fricción de los cachos, las patas empujando y aguantando el peso, la fuerza tirando el polvo, ¡sí! ¡Sí! El Sevillano arremetiendo, dando pitonazos exactos, la algarabía del público, la energía recogida para una última embestida, ¡y ya lo ven! Corre, corre, que te mocho el rabo ¡colorado!, los sombreros de los agricultores aparecen, ¡para torito! ¡Que ya ganaste!, la cabuya, ¡pon la cabuya carajo!

La gente se le acerca al Sevillano, lo bañan de cerveza, se le suben encima, lo acarician, ¡ganaste carajo! ¡Buen toro!, que se venga el padrino con el trofeo, que yo soy el dueño, que yo lo crio, que ya le pongan el escapulario a la mejor pelea, todavía, todavía faltan dos.

El niño se lanza al establo, pisa el estiércol, no, ¡no otra vez!, ensuciando los zapatitos y la ropita de lana con guano, se levanta, se acerca y a las justas llega a rozarle la pancita, el Sevillano voltea, le lame el cabello, no Sevillano, ya no tiene sombrerito de paja, porque el ultimo te lo comiste tú; el toro se mueve, siente unos pasos, la Isabel aparece, el toro la mira con furia, la Isabel se intimida, niño Javier ¡salga ya! Que su mamá lo llama, y el niño atina a decir, ya Isa.





11 oct 2010

Lo que Varguitas no dijo




Fue mucho después, de la primeriza vez que compre una obra por iniciativa propia, “Se busca una mujer” (mujer que todavía no encuentro) de Bukowski, en una librería de la calle San Francisco, diría que fueron mucho años después, que un día, en el patio de una casona del centro histórico, se me ocurrió comprar una novela de él.

No fue a los seis años que empecé en el mundo fascinante de la literatura, él sí. Fue más bien tardía, sin iniciativa propia, pero con esa rabia anhelante de proliferar que yo leía novelas y sabia de autores, que empecé a concretizarlo de verdad. También fue una respuesta (excusa) hacia mi defensa, de que yo no leía textos escolares, que se traslucía en rojos en mi libreta, porque leía novelas descaradas que me enseñaban más de biología (dígase pornografía) que las que dictaba un profesor, que estudio medicina, no para salvar vidas, sino para graficar en la pizarra nuestra anatomía.

Fue esas ganas de excusarme del mundo, las que me alentaron y permitieron leer más novelas de las que pensé, atrás quedaron no solo las obras obligatorias que afirmabas leer en el colegio, El Túnel de Sábato fue la mejor opción que recuerdo. Sino la única novela que leí por imposición de mis ojos, Los Miserables de Víctor María Hugo; que empezó con Bukowski una afición que me llevaron no solo a devorar libros sino a atreverme a ser uno de ellos, un escritor.

Fue mucho después, que divise en la casona, un titulo tuyo que me motivo hacerlo mío, “Travesuras de la Niña Mala” ¡sí! De ti Varguitas; desde muy niño escuche del escritor contemporáneo salido de mi tierra, mas nunca me digne a leer algún título tuyo, que conocía por cultura general.

Ricardo se identifico conmigo, desde la primera hoja sabia que ya habían retratado mi historia de amor, Ricardo era yo y la mala siempre será ella (Josefina); tu lectura me llegó en un momento exacto, tal cual vivía una historia de amor, que como muchas no se concretizo.

“La fiesta del chivo” afianzo nuestra alianza, el punto final de esa novela, fue mi reconocimiento hacia tu majestuosa pluma, sin duda, pactamos que tu serías mi escribidor y yo tu lector.

Le siguieron la inacabada por mí “la guerra del fin del mundo”, la bibliográfica “tía Julia y el escribidor” y la dificultosa “casa verde”, así no solo esperaba anhelante “el sueño del celta” sino esperaba tener tiempo para proseguir con las demás.

Y sin más que decir, los medios y personalidades del mundo ya lo han dicho todo, aunque mis amigos de la derecha conservadora no les guste, aunque los de la izquierda te borren de la existencia, aunque te hayas olvidado de la tía Julia en tus “catorce minutos de reflexión” por respeto a tu prima, aunque sea uno más que se sube al coche para alagarte, cansados de decir que ya hace veinte años merecías ese premio, aunque Borges no lo sepa, dejo en claro, que antes de ser Peruano, antes que los de el diario “El País” te quiten tu origen por volverte Español, antes de los estúpidos comentarios confrontados por ser o no ser “hispano-peruano”, antes que me llamen antipatriota, como dijo el Rey de España ¡porque no se callan! Porque tu antes que todo y lo relevante que serás ahora, eres, serás y morirás ¡siendo Arequipeño!



“cuando el churrasquero menor me lanzó, sin preámbulos, un puñetazo que me sentó en el suelo. Desde allí, y mientras, aturdido, dificultosamente me ponía de pie y me preparaba a poner en práctica la filosofía de mi abuelo, un caballero de la vieja escuela, quien me había enseñado que ningún arequipeño digno de esa tierra rechaza jamás una invitación a pelear… “


“la tia Julia y el escribidor”
Mario Vargas Llosa

16 sept 2010

A manera de mármol


Pa’ la Gaby Abril

Me ignoras a manera

A manera de mármol

Me ignoras


En mis escaparates

Un libro te di

Lo guardaste en el cajón

De mármol fui


¿Un helado?

Andas en feriado largo

Full time

El tic tac del rechazo


De vuelta al ruedo

A cortar rabo y orejas

¿Un helado?

Ya no es mes morado


Me ignoras a manera

A manera de mármol

Me ignoras


En el obelisco de cristal

Se baila tango

Empolvándose

Encima de mármol


¿Un helado?

El jueves temprano

Maldito folclor

Se postergo tu voz


La semana entrante

De vuelta al ruedo

La haces de torero

Me tienes sin pañuelo


9 sept 2010

Tímpano adolorido





Me ha dolido tu ser

Escuchar la voz de otra

Murmurando tu ida

Quebrantando mi vida


Mis facciones entristecen

El sonido me ha roto

No me compadezco

Si fuera sordo


Jimena lo dijo

Mi ser lo ha oído

¡Maldito ruido destructivo!


Me contamina el ruido

Penetra con fastidio

En labios de otra

Lo que no sale de tu boca


No sabía

Lo desconocía

Ahora sé de tu huida

Mi vida





2 sept 2010

De regreso al plumífero teclado

Dejando el copia y pega, que me he propuesto por falta de ideas, me he esforzado por deciros algo, a los que me han leído en mi desaparecida, que voy de regreso al plumífero teclado, a teclear y seguir tecleando, hasta que estas líneas se vayan llenando; que he depuesto de mis húmeros para servirme de los suyos, para tomar el coraje de regresar a lo mío.

Silencios que andan siendo molestos, sí, ¡claro que sí! Que perturban al saber, que al otro lado de la red, se refleja límpido un rostro en la pantalla, ¡a saber yo quien será! Esperando que las venitas de los ojos se tornen rojo sangre, por tanto leer, ¡vaya yo a saber qué! Porque mis minúsculas letrillas no irritan las pupilas, son cortas y efímeras. Inconstantes como el autor, que se reconoce como un tipejo resabio.

Me he colgado en el “reset” para no reiniciar con lo mío, he expropiado lo hilvanado de mi ser, divagando en las vacaciones que se han excedido a la fecha, pero ¡basta ya!, a retomar lo mío, a despintar lo blanco del teclado, escribiendo lo que se me venga en gana, deleitando a los míos, con textos indecentes para los de simple vista = “los que no me leen”.





22 jul 2010

El castigo de Morfeo

I


He vuelto a bostezar de miedo


Y este lagrimear se lleva tu recuerdo


Pero regresará con el dios del sueño


Y será terrible soñar que te tengo




Al despertar mi mente se despejará


Sin antes añorar que ya no estas


Esta tranquilidad del día desvanecerá


Cuando vuelvas a presentarte en mi temeridad






II


El aire frio choca en mi ventanal


Entre las horas tempranas de tres a cinco


Es el clima serrano que cumple su ciclo


Anunciando el cacareo que me extraerá


Del sueño, mi sueño, tu cuerpo, tu dueño




Y pasiblemente escucharé mi ronquido


Que con los años será más rudo


Y otra vez, el aire frio en el ventanal




Nada detendrá volverte a añorar


A menos que un altercado global


Interrumpa el tiempo serrano


Y la ventana no se vuelva a empañar






...

14 jul 2010

Temo al hombre de un solo libro


I. Temo al hombre de un solo libro

Caminando por la Grand Rue en la vieja Ginebra, la misma donde vino a morir Jorge Luis Borges en el segundo piso de un edificio ocupado en la planta baja por una tienda, doy con el lugar que me han recomendado visitar, la Sociedad de Lectura. Es una de las tantas que se fundaron en la ciudad a comienzos del siglo diecinueve, organizadas por gentes de fortuna con inquietudes intelectuales, que pretendían mantener vivo el espíritu del siglo de las luces, el de Rousseau y Voltaire, cuando nacieron estos cenáculos literarios como lugares de debate y discusión de las ideas.

El hermoso palacete en el número 11 de la calle, donde pernoctó alguna vez Napoleón Bonaparte, aloja una de las mejores bibliotecas de Ginebra, que rivalizó alguna vez en número de libros con la de la universidad, y sus estancias, luminosas y tranquilas con vistas al lago, están destinadas al disfrute de los socios, de los que hay unos mil doscientos. Vienen aquí para leer, y algunos para investigar en cubículos especialmente dispuestos, alejados de toda perturbación. Y hay sesiones de debate, y conferencias y lecturas, destinadas para los socios, todo con el espíritu pluralista con que la sociedad fue creada.

Al llegar a la segunda planta, sobre el marco de la puerta de acceso al mayor de los depósitos de libros, coleccionados a lo largo de casi dos siglos, hay una inscripción de advertencia escrita en latín, que reza: Timeo hominem unius libri, lo que en buen castellano quiere decir, Temo al hombre de un solo libro. Nada más propio para dar la bienvenida a quienes trasponen el umbral de una biblioteca, plural por su naturaleza.


II. Hombres de un solo libro

Temo al hombre de un solo libro. La frase merece una reflexión, en primer lugar porque nos hallamos en Ginebra nos hallamos en la cuna del calvinismo, y ya sabemos que Calvino guió a su rebaño por la senda de un solo libro, la Biblia, con celo intransigente. Pero no hay que olvidar que los fundadores ilustrados de esta sociedad, herederos de la ambición de un pensamiento libre, crítico de las verdades establecidas, y nutrido de tantas fuentes como fuera posible, pretendían todo lo contrario, y en un lugar de uno solo, promover que se leyera la mayor cantidad posible de libros, mientras más contrastados mejor. Por eso fundaron la Sociedad.

Pero tampoco hay que olvidar que al abrir sus puertas en 1818, triunfaba en Europa la restauración conservadora, tras el fin de la era napoleónica que pretendía extender las ideas liberales por todos los confines, y los caballeros que promovieron la Sociedad supieron prevenirse de despertar sospechas, así que la bautizaron como "sociedad literaria", cuidándose de explicar que no se trataba de una "sociedad política".

La frase inscrita encima de la puerta, y con la que se da la bienvenida a visitantes y lectores, Temo al hombre de un solo libro, ha sido atribuida a lo largo de los tiempos nada menos que a Santo Tomás de Aquino, algo que la volvía menos sospechosa para los vigilantes de la ortodoxia en la austera Ginebra. Una frase que viniendo de Santo Tomás, despertaría entonces tan poco escozor como si fuera del mismo Calvino, ambos fieles a un solo libro y mismo libro; aunque entre ambos la ventaja la saca con creces Santo Tomás, porque su pensamiento teológico, el tomismo, dominó por siglos la doctrina de la iglesia católica, y fue en ese sentido un pensamiento único, como pocos en la historia de la humanidad, único y monolítico, sólo comparable al de Aristóteles, con el que se enlaza.


III. Todos los libros

Pero regreso a la frase sobre la puerta, tan libertaria y tan plural en todos los sentidos. Aquel que sólo lee en un solo libro, o se ocupa siempre del mismo libro con exclusividad, es de temer. El pensamiento único, con todas sus intransigencias, proviene siempre de la lectura de los libros únicos. Los siglos se oscurecen, el debate crítico, esencial al progreso del género humano, no respira, la duda no crece, y si no existe la duda, y el derecho de dudar es negado por los tribunales que juzgan los pecados de la conciencia, el fanatismo se apodera de las mentes. Recordemos las escuelas islámicas fundamentalistas donde sólo se estudia el Corán hasta aprenderlo de memoria, letra por letra, o a las sectas talmúdicas judaicas, no menos intransigentes y cerradas. Temed a los hombres de un solo libro. Esto lo pudo haber escrito Voltaire, más que Santo Tomás.

Algunos piensan, sin embargo, que Santo Tomás, lejos de promover la lectura múltiple para enriquecer el espíritu, con su frase estaba más bien previniendo que aquellos hombres de un solo libro son de temer porque están mejor armados para el combate en defensa de su fe. Es decir, son de respetar. Lo que vendría a resultar un tributo al pensamiento único, más que una crítica.

No hay duda, sin embargo, que como filósofo de su época, Santo Tomás no fue un hombre de un libro único; leyó todo lo que había que leer para poder criticar el pensamiento ajeno, o decantarlo, y no tendríamos por qué culparlo de que su pensamiento haya pasado a ser inamovible y cerrado por tantos siglos. ¿Podríamos culpar a Marx de haber engendrado sistemas políticos como los llamados del socialismo real, o los del socialismo del siglo veintiuno?

Hoy en día, igual que en el pasado, quienes se apoderan de un libro único y lo enarbolan como escudo, y peor si en lugar de un libro se trata de un manual, son los que alegan la potestad de ser dueños del pensamiento único, y niegan a otros el derecho de pensar de manera diferente. La diversidad, la pluralidad, están en la esencia del humanismo proclamado por los próceres libertarios del siglo de las luces. Un solo libro en la cabeza, es la barbarie. De los libros únicos nace el fanatismo, y nacen las hogueras, y los paredones de fusilamiento.

Temamos, entonces, al hombre de un solo libro.






Sergio Ramírez

1 jul 2010

Contracorriente





Te he acompañado al supermercado para que hagas las compras de la semana, parece martes y dices ya no tener nada en el refrigerador, como eres práctico vas llenando la canastilla de objetos prácticos, ¿Qué jamón me recomiendas?, el de allá es el que siempre compro, ¿no te gusta el jugo de naranja?, el de carretilla, ¿y el de caja?, No es lo mismo, un yogurt de fresa, ¿fresa?, ja ja ja.

Nos observan caminar por las estanterías llenas de productos alimenticios, nos la pasamos bien haciendo compras, ¿Qué pan me recomiendas?, ni se te ocurra comprar el de trigo; ¿ya te has acostumbrado a vivir solo?, desde chiquito me acostumbraron a estar solo, a veces llega mi ma de viaje, mi padre vive en el norte y casi ni lo veo, cómprate unos huevos para el desayuno, no me gustan, me olvide de los filetes, regresemos.

Te llevo unos años, y se ve reflejado en uno de los vidrios del congelador, aun más notorio con mis barbas y tú lampiño, ¿Qué hago andando con un chiquillo como tú?, saca un par de Coca-Colas de dos litros, me encanta. Me la paso bien contigo, tu voz de niño acarician mis incipientes arrugas, nos reímos, nos miramos, nos burlamos, siendo cómplices de la señora que saca un refresco y se baja cinco, ¿la ayudamos?, vamos a pagar la cuenta mejor, ok.

Somos los siguientes, por suerte no hay mucha cola, ¿tu vives con tus padres no?, si, sigo siendo un mantenido, quien como tú, ja ja ja, la chica de la caja nos escucha y se ríe con nosotros, ¿no querrán adoptarme? –se atreve a decirme, ja ja, es una chica linda y de seguro con necesidades para trabajar de cajera, déjame preguntarles y te digo, ya, pero dame tu número pues, ¿enserio?, claro, 959603582, ¿Verónica no?, me acerca más su identificación haciendo más notorio uno de sus pechos, ok Vero, bueno son sesenta y tres soles con cincuenta y siete centavos, volteo a verte porque te demoras en sacar el dinero y ya veo que no eres el mismo, tu frente ya se ve marchita.




21 jun 2010

El susurro de mi mujer ballena



Negaría tu importancia en mis días si fuera importante hacerlo, no lo es, eres lo más extravagante que me ha pasado en los últimos meses y de sobremanera tengo que agradecértelo.

Me has cautivado interminables noches con mi renegar por tu pasividad en el océano, si fuera ballenero, de esos corsarios ecologistas que ven enriquecedor disminuir el volumen de las aguas, te dejaría naufragar en los océanos, no obstante, tendría que agradecer a las ratas marinas su intención de contribuir “el no desaparecer de las costas por manos deshiélenles”, sedentarios bloques de hielo entendedores de las señales de humo.

Tu inoperancia constante, tu sigilo a voces, tu tétrica manía de pasártela bien, tu pretexto abnegado, tu volitiva grasa, la chacha sanguínea, la preocupada por nada, rectifico, tu preocupación innecesaria, la descuidada, la actriz en sus primeros paños, la del trauma abusivo, la inestable del mar (mañana la marea calma, el jueves el oleaje maltrata tu alma), la que no enfrenta, la que no suda sus palabras, tu fuerza fofa, tu resentimiento notorio, la previsible, la desenmascarada por mi placida maldad, la desentendida, la que rebuzna en silencio, la que murmura que me quiere, a la que me cree lo mismo, si fueras un poco distinta, si propondrías a la vida tu estilo postergado, este corazón espinoso estaría gustoso, de difamarte, de no calumniarte, de clavar en tu piel mi espina sangrante, sin embargo, te dejas naufragar en los océanos, te dejas llamar mi mujer ballena.







9 jun 2010

Yo también uso bombín


“Uno escribe siempre la misma canción, sobre un niño con cara de viejo, que se atreve a volar bajo el cielo marrón, que agoniza detrás del espejo. Uno inventa siempre la misma canción, del poeta borracho y su musa, del teclado mellado del acordeón, del pecado mortal sin excusas. Uno canta siempre la misma canción, otra noche en el bar de la esquina, cerca de la estación donde duerme un vagón, cuando el tiempo amenaza rutina. Uno rumia siempre la misma canción, como un perro ladrando a una luna, con la misma trompeta y el mismo trombón, del mariachi que no hizo fortuna. Uno acaba nunca la misma canción, con acordes que saben a ti, luego llega la hora de alzarse el telón, y volver a abrazar a mi gente de Lima”. Joaquín Sabina

En estricto sentido mi mudez rítmica no te llegará al oído, en un sentido estricto siento que me es debido; un moroso que se atreve al fin, a decírtelo en la calle, sin peatones, sin vestido de luto, sin inventarios, sin hoteles de paso, con ex amigos, con noches sin ella, con mentiras buenas, con motivos sobrantes, que este post es tuyo; que el juez se ha puesto de tu parte y yo civilmente he reparado en subirme al tren, ponerme el bombín y suponer que hablamos de Joaquín.

Y ya me veo viajando, gastando los centavos que son prestados, viendo pasar en combi los minutos y viéndonos en el mismo lugar, Lima la aglomerada, ay qué sería de ti sin tu smog transitado.

Justo a tiempo, anticipadamente precavidos para estar en el recinto y probar una pizquita de tu tiramisú de limón, aun saboreamos y nos cuentas tu vida con revolución de mayo incluida, con estas ganas moribundas de preferir Lima la gris que concierto sin ti, viendo pasar las aves de paso que se trasladan de hemisferio, no la vi en un paso cebra sino en la playa con bikini a rayas, no se llevo mi ordenador, me robo el corazón, y ya se olvido que estuvo en mi cama antes que salga el sol, mi mestiza ardiente de lengua libre, moja una lagrima con la lluvia sobre mojada, prefieres conductores suicidas que mi dolor de muelas.

Y sin embargo, no miento si juro que por ti daría la vida entera, pero por motivos que no voy a explicarte, voy a dejarte por darte la razón, mi Magdalena, ¿Cómo huir si ya no quedan islas para naufragar?, contigo aprendí que la humedad es algo que se seca y se olvida, trepo por tu recuerdo como una enredadera que no encuentra ventanas donde agarrarse, y si quieres buscarme no toques el número siete, sabes que no voy asediarte con mi antología de sabanas frías y alcobas vacías, ni te voy a pedir perdón ¿para qué? Si me vas a perdonar porque ya no te importa.

Entre la cirrosis y sobredosis andas siempre princesa, te cuento que el lanzador de cuchillos por llevarse algo al bolsillo trabaja de afilador, te vendieron amor sin espinas, nuestra noche de bodas duró sólo una noche, y no bien empezamos, me dijiste “volvamos a empezar”, ahora duermes sola, soñando que tienes otras vidas ¿llegáremos a los cien?, ojalá y volvamos, ya van siendo las diez y once, ¿nos volveremos a ver? sólo escucho tu silencio.

Me has dejado con la frente marchita, con la chimenea apagada, como Barbie deja a Ken, como si la tortuga fuera a alguna parte, como un suicida sin vocación, con mentiras piadosas; si ya no cantarás en escenarios multitudinarios, que ya no sé si te volveré a ver, si ya estas tan viejo y yo tan joven; que me has regalado dos horas y medio limón, tan agrio y delicioso a la vez, que poco dura la vida eterna en las tablas, que el recinto se va apagando, que el escenario anda desolado, que necesito un whisky con soda, un rocanrol para idiotas, una cenicienta de saldo y esquina para ver si se me pasa la depresión (no llamen a mi doctor por favor) y terminemos esta grandiosa noche de poesía lirica sacándonos el sombrero, haciendo un pacto entre caballeros.


















31 may 2010

La cruz de San Andrés



No sé cuantos días llevamos viajando ni cuantas horas llevamos en el bus, todavía no quiero hacer cuentas. Nos aproximamos a nuestra próxima parada, la ciudad de Córdoba, nuestra primera visión es la de un puente, paralelo al que nuestro bus recorre, caído en acción, ¿una mala construcción? ¡Alcalde sos una mierda!

Hemos llegado al terminal cordobés, Christian besa la cruz que viene colgando en su pecho desde el día que partimos, yo veo la mía y la acaricio sutilmente, Andrés no trae cruz.

¿Qué puede significar una cruz en el pecho? Una creencia cristiana de Jesús sacrificado, el anuncio publicitario de tu fe, la necesidad que un todopoderoso te acompañe en tu andar o muchas más.

Desde el día que hemos dejado nuestra tierra volcánica, lo único que traemos encima de aquel día, es la cruz y la billetera; aventurarnos a un viaje con caminos nunca antes vistos por nuestras retinas y el temor palpitante de sabernos muertos sin vernos de devuelta, me ha conducido a ponerme una cruz para decirle a Jesús: yo estoy contigo, tú también estate conmigo.

Andrés no se carga a nadie, Christian y yo nos hemos cargado la cruz a sabiendas que a nuestro regreso la dejaremos en nuestro cajón, son las cosas del quita y pon.

El terminal es un cúmulo de personas que vienen y van, la temperatura es la liberación de nuestras toxinas y las pibas son un chulo de musas, nos hemos detenido en una banqueta para verlas pasar y repasar con la mirada.

Después de unas averiguaciones en la cabina de turismo, hemos dejado nuestras mochilas cansadas en un guarda equipaje y nos hemos echado a andar con mapa en mano por las calles de la bella Córdoba.

Lo primero que hacemos es buscar un lugar para pasar la noche, unas cuadras andando, la temperatura acompañando, la tarde cerrando y las ganas de sentarnos. Y así llegamos a divisar unas mesitas en una esquina, ¿unas cervezas para refrescarnos?, que sean tres Quilmes heladitas, claro que hacían falta, también casi un día viajando, ¿ves eso?, ¡que minas!, ya van cinco, te equivocas con esta ya son seis, ¿y esta que viene? Que sigan sumando, ¿y la de al frente?, por esa que me den la perpetua, que nos metan juntos, ahora si me compro mi cruz, ¿Qué?, ahora sí creo, ciertamente es un milagro, ¿Qué se compre una cruz?, si este no cree en nada, no pelotudo, el milagro son estas mujeres, ya decía yo, un milagro así me tenías que hacer señor.

Han pasado varias semanas de esa conversación, regresamos cansados y salvos, devuelta a la monotonía, que ya no cargo mi cruz, Christian la tiene guardada en el cajón, Andrés dijo que se compraría una pero sin Córdoba no hay fe; y que acá no nos pasa nada, no necesitamos llevar cruz, que a lo conocido no le tememos; por cierto ¿se acuerdan de Víctor? Ayer se murió en la Variante de Uchumayo, son estas cosas del quita y pon.

Ingreso al chat y Andrés me habla:

Andrés: ¿adivina que me compre ayer?

Yo: ¿Sabato?

Andrés: no

Yo: ¿guitarra de doce cuerdas?

Andrés: no

Yo: ¿otro carro?

Andrés: no

Yo: no sé

Andrés: ¡cruz!

Yo: jajajajajajaja… eso merece un post!






20 may 2010

Un semental grotesco

(Fragmento del relato “La niña más cursi de mis ojos”, relato que no logré terminar.)






Desperté con el sol en la cara, mala costumbre no cerrar las cortinas –pensé-, algo distinto había en el ambiente, un aire muy femenino. Esas cortinas de color rojo indudablemente no eran mías sino de mi compañía, tendida a lado mío, semidesnuda y aún dormida. Necesitaba beber algo inmediatamente, mi organismo necesitaba apagar la caldera que me consumía por dentro, sin duda una resaca de aquellas. La miré detenidamente, sus rasgos físicos no eran mis preferidos, esa tez tan blanca que yacía a mi costado parecía más oscura la noche anterior, un leve error que el placer no vio. Me levante lentamente y tratando de no hacer mucho ruido, abrí la puerta de la habitación rumbo a sofocar mi agonía orgánica, cogí un vaso y lo llene con agua del caño, una y otra vez hasta sentirme saciable; acogedora cocina –pensé-. Aproveche para darle un vistazo al pequeño departamento, muy ordenado por cierto. Ya era hora de decir adiós y regresé a la habitación; estaba sentada encima de la cama y me observo con una mirada muy detenida, al ratito me regalo una sonrisa y dijo:






- Buenos días Boni.


- Buenos días preciosa –respondí.


- ¿De seguro no te acuerdas mi nombre no?


- …y extraño que tú te acuerdes del mío –le dije inmediatamente.






Calló, no supo que decir, definitivamente ella había prestado más importancia al momento de conocernos, yo sólo le preste importancia a su cuerpo y el hecho de acostarnos; lo que dije para engatusarla, conquistarla y terminar en la cama a estas alturas ya no importaban; por otro lado no era un engaño, si ayer le baje la luna hoy ya se había ido al salir el sol.






- ¿A dónde vamos a ir a tomar algo? –me pregunto- después de hacerlo me da mucha hambre –continuó diciendo.


- Yo a mi casa tú no sé, donde te apetezca comer me imagino –respondí.


- ¿Qué? –puso el grito en el cielo- pensé que desayunaríamos juntos.


- Pensaste mal –le dije- Clotilde, como se llamaba mi cocinera, ya me debe haber preparado el desayuno y no pienso hacerle un desplante –terminé diciendo.






El silencio reino en la habitación, su mirada cambio, me insultaba con los ojos. Me acerqué a buscar mis pertenencias entre las sabanas y el tapiz del suelo, no encontraba mi prenda intima, se la dejaré de obsequio –pensé-, empecé a vestirme con una calma como si nadie me apresurara, como si la persona que me acompañaba no quisiera botarme a patadas; todo estaba ya en su lugar, la billetera en el bolsillo derecho del pantalón, el celular y las llaves en el izquierdo, ¿el reloj? no usaba reloj hace años. Fui con dirección a la puerta y sin voltear a verla saqué mi billetera, la abrí y saqué un par de billetes y los tire al aire, levemente cayeron al suelo.






- Gracias por el servicio –le dije- espero que con esta cantidad te contentes –volteé y le guiñe el ojo- no te olvides de abrirme la puerta de abajo –finalicé diciendo.


- ¡Métete tu dinero por el culo! ¡idiota! ¡imbécil! ¡perro desgraciado! ¡ojalá te mueras! –me respondió agresivamente.






 
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