Mi mirada deambulaba por una calle más decente que otras pero más indecente que la mayoría, mi compañía me contaba los sucesos de su vida, mientras que mi pensamiento estaba en una preocupación agobiante de dinero; con una meditación que de algo cierto tiene: la gente sí se mata por dinero. Con esto no quiero decir que yo haría una desfachatez de esa vil cobardía pero tan agobiante han sido mis sumas, mis pocas cuadras y el resultado de decir que me falta plata que he llegado a la preocupación angustiosa de que estoy en un problema que ha comprometido seriamente mi paz mundana, generalizándose como el tema principal de este día en mi vida. Por cierto, el tema del día sigue siendo la farsa del pulmón robado, mi crisis económica sonaría a farsa si dijera que no tengo dinero para ir a la exposición de “El Cuerpo Humano: Real y Fascinante”. ¿Quién quisiera ir? Yo sé que te gustan los cuerpos reales y sobretodo fascinantes pero sé que me dirías la misma excusa para no asistir, el problema no es la exposición sino la posición economía en la que me encuentro.
¿Fue la manera adecuada de reaccionar? Mi compañía me pide un consejo sobre los sucesos que le han acontecido en su vida, como era de suponerse le doy un consejo (discurso) muy a lo político porque me da un no sé qué decirle que no le he prestado la mínima atención después de 5 minutos de saliva y palabras sufridas. Seguimos bajando la calle (la indecente con sombrero), ¿vez esa chica con pantalón blanco y camisa rosada? Mi mirada ambulatoria se postro sobre la chica guapa que he conocido en el circulo de literatura, ella descendía conjuntamente a la par con nosotros, sólo unos metros de monóxido de carbono nos separaban. Me gusta.
Mi compañía seguía con su saliva y sus palabras sufridas, paralelamente mi chica literata nos acompañaba, decidimos atravesar esa combustión chatarra, mi intención no fue aproximarme a mi pink panther, el sol era demasiado agobiante para quedarnos en la berma de la vereda de la izquierda, aunque también era una excusa para estar más cerca de la chica pecosa. ¡Y justo ahí! En la esquina de la vereda de al frente estabas tú, la niña de mis anteriores ojos, esperando el pasar de la chatarra que te llevará a tu casa, con un negro luto en tu vestimenta y también con una compañía parecida a la que yo traía; mi rabia se incremento y no sabía si saludarte, me pareció absurdo no hacerlo y lo hice; fue cuestión de instantes los que me devolvieron mi nueva mirada y mi nueva preocupación regreso a mi pensamiento, ya no eras tú era Jorge Basadre Grohmann.