No sé cuantos días llevamos viajando ni cuantas horas llevamos en el bus, todavía no quiero hacer cuentas. Nos aproximamos a nuestra próxima parada, la ciudad de Córdoba, nuestra primera visión es la de un puente, paralelo al que nuestro bus recorre, caído en acción, ¿una mala construcción? ¡Alcalde sos una mierda!
Hemos llegado al terminal cordobés, Christian besa la cruz que viene colgando en su pecho desde el día que partimos, yo veo la mía y la acaricio sutilmente, Andrés no trae cruz.
¿Qué puede significar una cruz en el pecho? Una creencia cristiana de Jesús sacrificado, el anuncio publicitario de tu fe, la necesidad que un todopoderoso te acompañe en tu andar o muchas más.
Desde el día que hemos dejado nuestra tierra volcánica, lo único que traemos encima de aquel día, es la cruz y la billetera; aventurarnos a un viaje con caminos nunca antes vistos por nuestras retinas y el temor palpitante de sabernos muertos sin vernos de devuelta, me ha conducido a ponerme una cruz para decirle a Jesús: yo estoy contigo, tú también estate conmigo.
Andrés no se carga a nadie, Christian y yo nos hemos cargado la cruz a sabiendas que a nuestro regreso la dejaremos en nuestro cajón, son las cosas del quita y pon.
El terminal es un cúmulo de personas que vienen y van, la temperatura es la liberación de nuestras toxinas y las pibas son un chulo de musas, nos hemos detenido en una banqueta para verlas pasar y repasar con la mirada.
Después de unas averiguaciones en la cabina de turismo, hemos dejado nuestras mochilas cansadas en un guarda equipaje y nos hemos echado a andar con mapa en mano por las calles de la bella Córdoba.
Lo primero que hacemos es buscar un lugar para pasar la noche, unas cuadras andando, la temperatura acompañando, la tarde cerrando y las ganas de sentarnos. Y así llegamos a divisar unas mesitas en una esquina, ¿unas cervezas para refrescarnos?, que sean tres Quilmes heladitas, claro que hacían falta, también casi un día viajando, ¿ves eso?, ¡que minas!, ya van cinco, te equivocas con esta ya son seis, ¿y esta que viene? Que sigan sumando, ¿y la de al frente?, por esa que me den la perpetua, que nos metan juntos, ahora si me compro mi cruz, ¿Qué?, ahora sí creo, ciertamente es un milagro, ¿Qué se compre una cruz?, si este no cree en nada, no pelotudo, el milagro son estas mujeres, ya decía yo, un milagro así me tenías que hacer señor.
Han pasado varias semanas de esa conversación, regresamos cansados y salvos, devuelta a la monotonía, que ya no cargo mi cruz, Christian la tiene guardada en el cajón, Andrés dijo que se compraría una pero sin Córdoba no hay fe; y que acá no nos pasa nada, no necesitamos llevar cruz, que a lo conocido no le tememos; por cierto ¿se acuerdan de Víctor? Ayer se murió en la Variante de Uchumayo, son estas cosas del quita y pon.
Ingreso al chat y Andrés me habla:
Andrés: ¿adivina que me compre ayer?
Yo: ¿Sabato?
Andrés: no
Yo: ¿guitarra de doce cuerdas?
Andrés: no
Yo: ¿otro carro?
Andrés: no
Yo: no sé
Andrés: ¡cruz!
Yo: jajajajajajaja… eso merece un post!