31 may 2010

La cruz de San Andrés



No sé cuantos días llevamos viajando ni cuantas horas llevamos en el bus, todavía no quiero hacer cuentas. Nos aproximamos a nuestra próxima parada, la ciudad de Córdoba, nuestra primera visión es la de un puente, paralelo al que nuestro bus recorre, caído en acción, ¿una mala construcción? ¡Alcalde sos una mierda!

Hemos llegado al terminal cordobés, Christian besa la cruz que viene colgando en su pecho desde el día que partimos, yo veo la mía y la acaricio sutilmente, Andrés no trae cruz.

¿Qué puede significar una cruz en el pecho? Una creencia cristiana de Jesús sacrificado, el anuncio publicitario de tu fe, la necesidad que un todopoderoso te acompañe en tu andar o muchas más.

Desde el día que hemos dejado nuestra tierra volcánica, lo único que traemos encima de aquel día, es la cruz y la billetera; aventurarnos a un viaje con caminos nunca antes vistos por nuestras retinas y el temor palpitante de sabernos muertos sin vernos de devuelta, me ha conducido a ponerme una cruz para decirle a Jesús: yo estoy contigo, tú también estate conmigo.

Andrés no se carga a nadie, Christian y yo nos hemos cargado la cruz a sabiendas que a nuestro regreso la dejaremos en nuestro cajón, son las cosas del quita y pon.

El terminal es un cúmulo de personas que vienen y van, la temperatura es la liberación de nuestras toxinas y las pibas son un chulo de musas, nos hemos detenido en una banqueta para verlas pasar y repasar con la mirada.

Después de unas averiguaciones en la cabina de turismo, hemos dejado nuestras mochilas cansadas en un guarda equipaje y nos hemos echado a andar con mapa en mano por las calles de la bella Córdoba.

Lo primero que hacemos es buscar un lugar para pasar la noche, unas cuadras andando, la temperatura acompañando, la tarde cerrando y las ganas de sentarnos. Y así llegamos a divisar unas mesitas en una esquina, ¿unas cervezas para refrescarnos?, que sean tres Quilmes heladitas, claro que hacían falta, también casi un día viajando, ¿ves eso?, ¡que minas!, ya van cinco, te equivocas con esta ya son seis, ¿y esta que viene? Que sigan sumando, ¿y la de al frente?, por esa que me den la perpetua, que nos metan juntos, ahora si me compro mi cruz, ¿Qué?, ahora sí creo, ciertamente es un milagro, ¿Qué se compre una cruz?, si este no cree en nada, no pelotudo, el milagro son estas mujeres, ya decía yo, un milagro así me tenías que hacer señor.

Han pasado varias semanas de esa conversación, regresamos cansados y salvos, devuelta a la monotonía, que ya no cargo mi cruz, Christian la tiene guardada en el cajón, Andrés dijo que se compraría una pero sin Córdoba no hay fe; y que acá no nos pasa nada, no necesitamos llevar cruz, que a lo conocido no le tememos; por cierto ¿se acuerdan de Víctor? Ayer se murió en la Variante de Uchumayo, son estas cosas del quita y pon.

Ingreso al chat y Andrés me habla:

Andrés: ¿adivina que me compre ayer?

Yo: ¿Sabato?

Andrés: no

Yo: ¿guitarra de doce cuerdas?

Andrés: no

Yo: ¿otro carro?

Andrés: no

Yo: no sé

Andrés: ¡cruz!

Yo: jajajajajajaja… eso merece un post!






20 may 2010

Un semental grotesco

(Fragmento del relato “La niña más cursi de mis ojos”, relato que no logré terminar.)






Desperté con el sol en la cara, mala costumbre no cerrar las cortinas –pensé-, algo distinto había en el ambiente, un aire muy femenino. Esas cortinas de color rojo indudablemente no eran mías sino de mi compañía, tendida a lado mío, semidesnuda y aún dormida. Necesitaba beber algo inmediatamente, mi organismo necesitaba apagar la caldera que me consumía por dentro, sin duda una resaca de aquellas. La miré detenidamente, sus rasgos físicos no eran mis preferidos, esa tez tan blanca que yacía a mi costado parecía más oscura la noche anterior, un leve error que el placer no vio. Me levante lentamente y tratando de no hacer mucho ruido, abrí la puerta de la habitación rumbo a sofocar mi agonía orgánica, cogí un vaso y lo llene con agua del caño, una y otra vez hasta sentirme saciable; acogedora cocina –pensé-. Aproveche para darle un vistazo al pequeño departamento, muy ordenado por cierto. Ya era hora de decir adiós y regresé a la habitación; estaba sentada encima de la cama y me observo con una mirada muy detenida, al ratito me regalo una sonrisa y dijo:






- Buenos días Boni.


- Buenos días preciosa –respondí.


- ¿De seguro no te acuerdas mi nombre no?


- …y extraño que tú te acuerdes del mío –le dije inmediatamente.






Calló, no supo que decir, definitivamente ella había prestado más importancia al momento de conocernos, yo sólo le preste importancia a su cuerpo y el hecho de acostarnos; lo que dije para engatusarla, conquistarla y terminar en la cama a estas alturas ya no importaban; por otro lado no era un engaño, si ayer le baje la luna hoy ya se había ido al salir el sol.






- ¿A dónde vamos a ir a tomar algo? –me pregunto- después de hacerlo me da mucha hambre –continuó diciendo.


- Yo a mi casa tú no sé, donde te apetezca comer me imagino –respondí.


- ¿Qué? –puso el grito en el cielo- pensé que desayunaríamos juntos.


- Pensaste mal –le dije- Clotilde, como se llamaba mi cocinera, ya me debe haber preparado el desayuno y no pienso hacerle un desplante –terminé diciendo.






El silencio reino en la habitación, su mirada cambio, me insultaba con los ojos. Me acerqué a buscar mis pertenencias entre las sabanas y el tapiz del suelo, no encontraba mi prenda intima, se la dejaré de obsequio –pensé-, empecé a vestirme con una calma como si nadie me apresurara, como si la persona que me acompañaba no quisiera botarme a patadas; todo estaba ya en su lugar, la billetera en el bolsillo derecho del pantalón, el celular y las llaves en el izquierdo, ¿el reloj? no usaba reloj hace años. Fui con dirección a la puerta y sin voltear a verla saqué mi billetera, la abrí y saqué un par de billetes y los tire al aire, levemente cayeron al suelo.






- Gracias por el servicio –le dije- espero que con esta cantidad te contentes –volteé y le guiñe el ojo- no te olvides de abrirme la puerta de abajo –finalicé diciendo.


- ¡Métete tu dinero por el culo! ¡idiota! ¡imbécil! ¡perro desgraciado! ¡ojalá te mueras! –me respondió agresivamente.






 
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11 may 2010

Mi Jesús







"Si a otros ojos he visto,


mátenme, Fabio, tus airados ojos;

si a otro cariño asisto,

asístanme implacables tus enojos;

y si otro amor del tuyo me divierte,

tú, que has sido mi vida, me des


muerte."  Sor Juana Inés de la Cruz                                                       

 
 
 
Ya se perdió el gusto que te tenía

Se perdió en la insinuación

De confirmarte que te quería

Cuando tú elegiste la oración


Renunciaste a nuestros hijos

Y yo perdí el gusto de quererlos

Quería hijos de tu vientre

María te dijo “mejor vente”


El plan familiar lo construiste

Con versículos de Juan

No querías hombre de leyes

Querías descendiente de reyes


Lloraste al escuchar el llamado

Ciertamente yo era tu amado

Me pediste que me sacrificara

Y yo no renuncie a ser egoísta


Una mañana amaneciste tapada

No con un manto aludiendo frio

Sino con traje blanco y negro

Que teñía tu piel en magnitud



Eso no significa ser mujer de árabe

¿Te acuerdas de sor Juana?

Ella también escribe versos como tú

Pero a este que tengo aquí en la cruz


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