Hoy te he vuelto a ver, de casualidad, me he despedido de
las chicas, volteo y ahí estás tú, vuelvo a voltear hacia el otro lado
haciéndome el que no te ve, pero me dura poco y vuelvo a verte, me acerco y te
hablo, tienes hambre, lo sé, has pedido un sándwich, me lo dices, te has sonado
los mocos, se nota.
Te veo detenidamente, tienes un granito en la frente, no te
lo voy a decir nunca pero lo veo, me hablas de lo incansable que será esta
semana, ya falta poco, nos falta poco; que te falta hacer un trabajo que ni
siquiera lo has empezado y no planeas hacerlo hasta el último día de la entrega,
el jueves; te llaman por tu nombre, ya está tu sándwich, ahora si te tienes que
ir que tus clases ya empezaron, te despides, te veo salir de la cafetería, veo alejarte
por el pasadizo y mis ojos van haciéndote chau.
No sé que tienes, que hay días que te me impregnas en la
mirada y pienso en ti y repetidamente en ti, sin embargo han pasado horas desde
que te vi y recién ahora que me siento a teclear vuelvo a ti, sin querer. Hay
días que no son así, que te vas o me voy y te me quedas eternamente en la
mirada como un sortilegio de un truco que no quiero averiguar, pero hoy fue
distinto, te fuiste y te fuiste, tal vez porque tenía la cabeza en otro lado.
Tienes una forma rara de causarme estragos, una conjunción de
palabras que se van uniendo sin formar nada y al leerlas me quedo en tu mirada,
tienes el verbo to be que lo haces conjugar perfectamente: yo estar, tú estar,
nosotros estamos.
No quiero profundizar en el elemento que contienes que me
causa reactivo, no hace falta descubrirlo, al menos por ahora no, no sé si sea
el cobalto tan escaso en estas tierras, el que sintoniza aleatoriamente con las
turbinas de mi risa y mis ganas, pero haces que funcionen.