En la soledad de la Gran Vía –Madrid
Hoy domingo me va a doler tu ausencia, la falta de ti, tu compañía, tus manos, tus caricias, tus besos y todo lo que ello implica, sí, me va doler.
No tengo por qué estar sonriente cuando hoy me toca estar triste, no tristeza de fin del mundo, tristeza de despedida, de lejanía, de partida, de ya no estarás, te vas, te vas de mí.
Un viernes de madrugada me aparecí en tu casa, dispuesto a amarte, con todo lo que ello implica; si tuviera que regresar a ese viernes consciente de que hoy es mi primer día sin ti, volvería, volvería a subirme a ese taxi en dirección a tu casa, volvería a llamarte y decirte que estoy afuera, que no soy loco, que estoy consciente de lo que hago, que te quise venir a buscar y aquí estoy, esperando que salgas para que me creas.
Caminamos en dirección al puente, te me apoyaste en mi brazo al andar, quise pensar que era por el frío, no lo era, era por mí, detuve el taxi y enrumbamos con dirección al centro, ahí estábamos, en el bar de siempre, es cierto, los últimos meses dejamos de asistir, hoy no sé si podre pisarlo.
Hablando de todo, quién diría que pasado el tiempo te irías silenciando; a ratos unos silencios gustosos, simplemente nos mirábamos, sonreíamos, como la primera vez que nos dimos cuenta de nuestra existencia, sí, ahí, en el sillón de tu sala, en el cumpleaños de tu hermana, no sé en qué momento nos quedamos los dos hablando, me dijiste ya vuelvo, yo solo cerré los ojos y pensé en ti, al despertar ya no estabas.
¡Ay corazón! Cuanto tiempo de aquello, y pensar que nos vimos antes, no me refiero a la campaña presidencial, me refiero a años atrás, cuando estudiábamos la misma carrera, en el mismo año, en la misma universidad y ninguno se percato de nosotros, cuantas veces te debí ver pasar y no saber de ti.
Después vino el facebook, como le quita lo romántico, pero es cierto, fue por el facebook, te agregué y me hablaste, ¿Qué bien la pasábamos no?, si mi padre supiera que me haces reír tanto me dejaría estar contigo, aún recuerdo eso de tus labios, nuestras directas, a la conquista de nuestros corazones, a lo moderno, por el chat, pero me gustan más los balcones y las declamaciones, mi Julieta, mi Julieta.
Regresemos a aquel día del bar, tu mano, no veía el momento de entrelazar la mía y no soltarte, que cobarde, ¿Cuánto me demoré? Me imaginaba en el supuesto del rechazo, pero después me dije, nadie sale casi a las dos de la mañana con un tipejo que a las justas conoce así por así; en estricto sentido no creo haber pensando en eso, pensaba en el miedo de tu rechazo y hoy es el mismo miedo, el miedo de que ya no estás a mi lado.
Lo hice, postre mi mano encima de la tuya, un enlace tímido, avergonzado, la dejaste ahí, no la moviste, tomé más valor y te sujeté, te di calor, sudor, amor. Así nos pasamos un momento, sin mediar palabra, con el lenguaje de la piel, con el escuchar de la música; pedí la cuenta, ¿pagué yo? Mejor vamos a mitas.
De regreso a tu casa, no recuerdo si te abrace, me podrías ayudar en esto, ¿te abrace? O mi timidez me obstaculizó, mi memoria no me alcanza, la tuya es mejor. Ahí estábamos, en la puerta de tu casa, ¿Cuántas veces más iba a estar ahí parado despidiéndonos? Nunca lleve la cuenta, pero fueron muchas amor.
Le dije al taxista que esperara, bajamos los dos, abriste la puerta, presionaste tu pie a la puerta mientras le dabas vuelta a la segunda llave; ni pensar que tuvo que pasar algunos meses antes que yo ingresara de nuevo al departamento, le tenías miedo a tus hermanos, pero si soy amigo de tu hermana ¿no creo que se enoje no?,” me va a decir que le quito a sus amigos”.
No sé si hubo luna llena o si el cielo estaba despejado para poder ver las estrellas, solo sé que era de madrugada y tenía un taxi esperándome con el taxímetro subiendo (lo hace más romántico) porque en mi ciudad no hay taxímetros. Depositaste medio cuerpo dentro de tu cobija, sí, era la despedida, un roce de cachetes, pero no fue así, fue nuestro primer beso.
De vuelta a casa, mientras hablaba con el taxista, haciéndome su cómplice para ver si me rebajaba alguito, te mandaba un mensaje de texto, una carita feliz, así me reflejaba, feliz. También meses después me confesaste que no sabías si tú fuiste la que me besaste o fui yo, ya te tengo la respuesta amor, fuimos los dos.
Hoy domingo, dos y media de la tarde, si los domingos son nostálgicos, no quiero saberme a las cinco de la tarde, cuando siempre venías, no tan puntual, pero siempre era a las cinco, ¿Qué haré yo ahora a las cinco? Si ya estoy llorando, añorándote, anhelándote, extrañándote, ¿con quién subiré de la mano a la plaza? Con dirección a encontrarme con mi fe, si cada paso que daré será un viacrucis de dolor, una peregrinación de olvido, un sacrificio sin ti.