La que me sonríe al verme, la que se baña sin sirenas, la que me dice tú también, mi mirada la pierde y a los meses vuelve para perderse en mi mirada, a la que llamo por teléfono y me pide que lo haga mañana, también mañana y empiezo a no hacerle caso cuando debiera, la que un día me llama y en mucho tiempo no lo hará, la que me pide que me siente a su lado y maldita sea que no me guste el suelo, la que ni se debe acordar de ello, la que me ve en la plaza y ni se inmuta, la que me escucha hablar groserías, la que un día me habla de la historia de la psicología ¿o era sociología?, a la que marcaba en mi calendario, hoy día te vi y los restantes no, a la que le llevo regalos y me sale con que tiene que salir con su amiga Charito, y ya voy perdiendo la ilación de los hechos, olvidos que se relacionan contigo, la que me pide que la llame, y yo llamo a Francia y pregunto por ti, ¿te lo digo?, mi madre y Rosario me miran, está bien, “te quiero” aunque suene bajito y parezca distante, el que se despierta a las cinco y después padezca el “jet lag” aunque siga en el mismo sitio, todo tiene sentido cuando tú estas en invierno y yo aparento vivir lo mismo.
La que no aguanta más, es incomodo lo nuestro, la que se hace la sorprendida, quizás en verdad lo está, gracias por el dinero, se lo devolveré a todos los niños del mundo, la que se alegra por las rosas que te dan la bienvenida, la que un día me habla, la que se excusa en el casete que le regalé y ahora lo quiere de vuelta, la que me ve y ratifica que no volverá hacerlo, cansado de tu no puedo sinónimo del quiero, firmo el pacto de alejarme de ti aunque ni tú te sientas feliz por las últimas líneas que te escribo, el que llora en brazos de otra por tener el alma en vilo, llámese corazón partido; la que un día me encuentra en el colectivo y me pide que la desbloquee, pero ni siquiera te tengo, ¿duele no?; y un día de esos la admito y la vuelvo admitir, volviendo a ser parte de mí, maldita manía de hacerme sufrir, y ya te veo cenando conmigo, llevándote gustitos a media noche, preparándonos desayunos a mediodía, buscándome sin previo aviso, reventándome con timbradas, me olvide el celular al propósito, no te enojas, no te importa, igual vuelves, como si fuera parte de ti.
La que me pide más dinero, tu gusto por ayudar a los niños del mundo, la que se lleva mis películas de colección, ¿por qué no las ves conmigo?, la que le pide a la Virgencita por mi bienestar y le dice que me bendiga por hacerla feliz, la Virgencita vela por mi bienestar dándome indicios para alejarme de ti, eres culpable, sin embargo, te nombras juez y parte, te declaras inocente y yo soy un insolente por tremenda calaña, estas ofendida, mira mejor tus compañías, te levantas de la mesa y me tiras la puerta.
Llega el mes de octubre, dos años después de aquel 17, se me ocurre mandarte un poema, lo remites, el Cristo morado es milagroso, te declaras culpable a grandes rasgos, lo generalizas con un perdón y tienes la caracolada de terminar diciéndome que: Y si juraste eternamente el haberme perdido, mantente firme en tu "juramento" pero como ser humano, creo que puedes ser voluble y darte la oportunidad de volver a sonreír con mi amistad.
Recuerda que "El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe".
Y concluyo diciéndote, con toda la sinceridad del mundo,
¡Eres una mierda!
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