María es madre soltera,
todas las mañanas se levanta a las cinco a preparar el desayuno, hacer la
lonchera y dejar listo el almuerzo, después de ello, se va a trabajar. María
trabaja en un restaurante de cajera pero también tiene que ayudar en la
limpieza del local, hacer las compras de los insumos faltantes, llevar la
cuenta de los productos, pagar por ellos y que al final del día su caja le
cuadre, o sino su jefe le hará un descuento especial a fin de mes. María gana
el sueldo mínimo, no está en planillas porque prefiere el sueldo integro y el
bondadoso de su jefe le permite esa licencia.
María siempre se queda más
de sus ocho horas, recibe unos soles más por eso, en vez de salir a las cinco a
veces termina saliendo a las nueve, saliendo del trabajo se apresura en ir al
puente a tomar la combi, tarda más de cuarenta y cinco minutos en llegar a su
terrenito del Cono Norte, del cual mensualmente tiene que abonar la cuota de
cincuenta soles a la dirigencia para los tramites eternos de la titulación, sin
olvidarnos , que cada cierto tiempo hay una cuota extraordinaria.
María está feliz porque en
unos meses tendrá agua y desagüe en su asociación o al menos eso es lo que
refleja las excavaciones que andan haciendo en su calle, ya no tendrá que
comprarle al camión cisterna, mejor dicho ya no tendrá que caminar las tres
cuadras de terral para traer en baldes el agua del camión para poder cocinar,
asearse y limpiar, también a los suyos.
María no podría sola con
toda esta labor familiar, María tiene dos niñas de tres y cinco años, producto
de su relación amorosa con su pareja que prometió apoyarla con su primogénito,
cuando se dio cuenta que ella si quería tenerlo sí o sí; pero por esos azares
del destino su pareja desapareció ni bien cuando María tenía tres meses de
embarazo. ¡Y claro que regresó! Para tener un segundo hijo con ella y sí, María
le creyó y perdonó.
Pero no es su pareja la que
apoya ahora a María, por supuesto que no, porque su pareja la volvió a
abandonar ni bien nacida su segunda hija. María no podría con toda esta carga
familiar si no fuera por su hermana mayor, Juana.
Juana la ayuda con las
niñas, a la mayor, la deja y la recoge de la escuelita más cercana y a la menor
la deja en la cuna, donde el Estado trata de velar de ella con sus políticas
sociales, contribuyendo con su alimentación y desarrollo. Después se la pasa
con ellas en la casa de su hermana, esperando a que María llegue del trabajo,
por suerte vive en la asociación más próxima, pero a veces las tiene que dejar
encerradas porque tiene que hacer sus cosas.
María trata de cumplir con
todo todos los roles en la casa: lavar la ropa, barrer, limpiar, cocinar, etc.;
pero también María tiene que cumplir con el rol de Madre: cuidar, educar y
enseñar a sus hijas a ser buenas niñas. También tiene que romperse el lomo
trabajando por ellas para poder subsistir.
Al final de cuentas María y
sus niñas están solas, no hay quien las defienda, no hay quien traiga el pan a
la casa, no hay quien ponga la voz de mando, no hay quien corrija con dureza si
alguien se porto mal, no hay quien de esa ternura masculina en el hogar, pero
esta María, que a pesar de todo, trata de cumplir también con el rol de Padre
por amor a sus niñas por más que a veces sienta desfallecer sigue adelante con
lo que tiene, porque sí, ella es padre y madre de sus hijas.