Me quedo con esta foto, de todas
las de su viaje, elegiría esta, me gusta también la que se baña con las
tortugas, bueno una de las tantas que aparece con las tortugas. Pero claro,
prefiero esta, la que aparece sola, sentada al borde del cerro, con la pose de
una reina que observa el infinito mar, tal vez deba ser la foto más
escenificada, la cual tu decidiste tomarte apenas llegaste a Máncora, la más
artística también… pero muy mal enfocada ¿Quién la tomó? El ángulo es el
incorrecto, el paisaje se pudo explotar mucho mejor.
Ahí abajo el balneario de
Máncora, no ha cambiado mucho desde el año que fui, la carretera panamericana
norte cruzándola, los hotelitos que la componen, con sus piscinas o con sus
cuartos comunes, de todo hay y para todos hay, unos arbolitos por ahí y al fondo
el pequeño malecón y su ancho mar.
Una foto siempre captura el
momento, la imagen en general, y cuando le echas un vistazo atrás, te muestran
un recuerdo de ese acontecimiento, de lo vivido por ese entonces, acá unos años
la mirarás y recordarás ese viaje, esos amigos, esas aventuras, la primera en
plena libertad, nadie te controla, nadie que te exige llegar a la hora. Por lo
demás, es una foto simplona, no es de esas obras de arte de la fotografía que
capturan el sentimiento, la expresión, las que solo al verlas te comunican, ¿y
por qué esa entonces? Si al parecer no dice nada, si la pose de la persona es estática,
al lente no le dan los megapíxeles para redibujar su rostro y el cuello es
rígido, que acompaña esa pose rigurosa, nada natural.
Porque es la continuación de esa
imagen la que me atrapa, la parte que no se ve, en la que se posa tu mirada,
que acompaña la orilla infinita, esa que el mar acaricia suavemente,
diligentemente, como cuando pasas el tacto por un cuerpo y sientes la textura
de esa piel y sus recovecos.
Me atrapa el reflejo del mar en
tus pupilas, las que no puedo ver y solo imagino, es ahí cuando disfrutas el
esplendor de tu viaje, con la brisa que te llega a cuenta gotas y es el viento
el que da un respiro de oxigenación a tanta temperatura. Ahí disfrutas la
totalidad del viaje, te calza la libertad de la vida, qué más puede haber
después de esta cima… y por un segundo el silencio te embarga, en la
concentración de esa reflexión trascendente.
Es en ese preciso momento de
silencio puro que la nostalgia te abraza, que el miedo renace, que la
tranquilidad embravece, porque has llegado a la cúspide de la libertad que
ansiabas, y por eso mismo sabes que tendrás que descender sola, atravesando la
orilla de la incertidumbre.
Tal vez así sea la vida, momentos
mal enfocados, que pueden pasar desapercibidos en la inmensidad del océano,
nada artísticos, nada para colorear; tal vez la foto te lleve al recuerdo de
ese instante… pero tus pupilas, por un momento, te llevaron a la infinitud de
la vida.