19 oct 2010

El toro Sevillano


Para los criadores y aficionados a las tradicionales peleas de toros, sombreros que llevan la insignia arequipeña, que el domingo me contagiaron por una pasión que mis raíces no olvidan.


Se subió encima de la conejera, ¿niño no estaba prohibido hacer eso?, se acerco al muro que daba al establo y ahí estaba, un semental negro, con casi una tonelada de peso y unos cachos grandes, fuertes y largos. Le estiró la mano y el Sevillano se acercó, manso como una ternera, y el niño estiró sus diminutos dedos en su cicatrizante frente, dura y con desgastado pelaje. ¡Sí! ¡Sí! Era el mismo toro del domingo por la tarde, al que no le hacían el pare una cabuya y cinco hombres jalando de ella, el mismo que corrió al medio del ruedo a esperar a su oponente, un colorado con manchas blancas, fiero e intimidante como él; lo midió, lo espero, rabillo con rabillo y cuando su furia no pudo más, embistió, la fricción de los cachos, las patas empujando y aguantando el peso, la fuerza tirando el polvo, ¡sí! ¡Sí! El Sevillano arremetiendo, dando pitonazos exactos, la algarabía del público, la energía recogida para una última embestida, ¡y ya lo ven! Corre, corre, que te mocho el rabo ¡colorado!, los sombreros de los agricultores aparecen, ¡para torito! ¡Que ya ganaste!, la cabuya, ¡pon la cabuya carajo!

La gente se le acerca al Sevillano, lo bañan de cerveza, se le suben encima, lo acarician, ¡ganaste carajo! ¡Buen toro!, que se venga el padrino con el trofeo, que yo soy el dueño, que yo lo crio, que ya le pongan el escapulario a la mejor pelea, todavía, todavía faltan dos.

El niño se lanza al establo, pisa el estiércol, no, ¡no otra vez!, ensuciando los zapatitos y la ropita de lana con guano, se levanta, se acerca y a las justas llega a rozarle la pancita, el Sevillano voltea, le lame el cabello, no Sevillano, ya no tiene sombrerito de paja, porque el ultimo te lo comiste tú; el toro se mueve, siente unos pasos, la Isabel aparece, el toro la mira con furia, la Isabel se intimida, niño Javier ¡salga ya! Que su mamá lo llama, y el niño atina a decir, ya Isa.





1 comentario:

COCO dijo...

Un recuerdo friccionado por el tiempo, hasta las lagrimas has arrancado a un oceano de distancia... niño Javier que bien cocinaba la Isabel, solo en un pequeño detalle has errado, no fue el Sevillano fue mi astado favorito: el Chalaco, nunca engordo tras deborar un sobrero de niño Javier que arrebato de una cabecita intrepida que debia cuidar...CC

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