María espera a que le den el paso, espera con sus ideas detenidas, espera con el miedo tiritar de la mañana; a comparación de otras mañanas, el sol no la abraza, no la embarga con sus rayos de ultra calor, ni siquiera se queja de la temperatura, tan solo deambula en su espera.
Un carro frena al ver a la gente amontonada esperando, María apresura a cruzar la calle, como si el invento del hombre tuviera más importancia en proseguir su camino que nosotros, los de a pie. Regresa a la acera y vuelve a su pausado caminar, ve a los transeúntes que la enfrentan con la mirada ¿sospecharán algo?, no María, no te sientas acusada por lo que pronto vas hacer, te ven por lo bella que eres, no por otra cosa.
Ingresas al mall, aspiras el aire de la calefacción, el aroma de frescura, la sombra en que descansa tu cuerpo, pero por tu estado, el de hoy, por más que estuvieras en un mercadillo, ni notarías la diferencia de lugar.
Lo tienes todo ahí, ropa, artefactos, comida, diversión; todo lo que un ser absorbente de materia necesitaría para vivir. “Si me compro esta prenda, no, mejor esta de aquí ¿y si me llevo las dos?” nada de eso, no tienes ganas de comprar nada, te han arranchado tu esencia de consumismo; a ti, que te gusta la moda y el vestir bien, la que invierte en su presencia, en la elegancia sport de una joven mujer, al menos hoy eres otra, no pareces la chica de los ojos bonitos, te han cambiado.
Sentada esperando que pase la hora de almorzar, no has probado ni el rímel de tus labios, las papas fritas y la hamburguesa siguen intactas, diez minutos más y eres capaz de pararte, coger la vianda, acudir al tacho de basura y darte por satisfecha.
Te sientes aislada en pleno patio de comidas, la gente murmulla a risas, se atragantan de grasas y uno que otro con fruta y vegetal, pero tú no eres parte del paisaje, como si te marginaran por tu decisión, la que te han impuesto a punta de “amor” porque te aman y solo quieren lo mejor para los dos.
Si pudiéramos tomar una foto panorámica del lugar, tu serías el objeto distinto, la del rostro artístico, la pieza que le daría a la imagen el título de obra de arte ¿tan dramática te ves?, tal vez un crítico minucioso resaltaría tus gestos, los que delatarían tus actos, los que van a venir después de esta imagen capturada, la prueba que te sindica como la asesina.
Ves pasar en la pantalla gigante un programa, doctor tv, te da repugnancia como examinan un intestino, no por el solo hecho que te de asco tener comida al frente ni lo salomónico de la trasmisión en un food court, ¿sabes por qué? Porque te imaginas su cuerpecito triturado, sus órganos inacabados, no puedes más, sales corriendo al wáter a vomitar tu suciedad.
Buscas un sillón, tus ojos aún lagrimean, llamas la atención, podrías recibir hasta lastima de algunos, ¿a quien no le enternece un rostro triste y bello?, no quieres saber nada, cierras los ojos pero a la mente no le basta con eso, aún te sigue formulando el arrepentimiento, estas a tiempo, todavía no has hecho nada.
¡Ya es hora! En cualquier momento Miguel va a llamar, deseas que no suceda, un día más por favor, las ideas que claudiques rondan en la oscuridad de tu ser, ¿y si no es lo mejor para los dos? Tal vez los tres lleguen a ser más felices todavía.
- ¿María dónde estas? ¡El médico no te va a esperar toda la tarde!
¡Dile que no vas a ir María! Tienes ganas de balbucear ese no, pero es Miguel, ha sido tan bueno contigo, lo quieres tanto, él te ha dicho que después van a tener muchos hijos, que no es el momento; por un lado te espera la cloaca de clínica esa y por otro la interrogante, si le digo que no ¿qué me espera? El futuro sigue siendo incierto en los dos casos pero prefieres la seguridad del hoy, prefieres a Miguel y lo bien que se lo pasan.
- Estoy tomando el taxi amor.