19 nov 2018

Casualidades



Las casualidades, esos meros sucesos que coinciden en algún momento, esas personas que por una u otra circunstancias armonizan el mismo lugar, el mismo tiempo, el mismo instante, ese encuentro de dos seres que concuerdan, sin saberlo, a verse de la forma más inadvertida y desprovista que hay.

-          Miraste quien está ahí – dijo Fernando, haciendo una mueca de señalización hacia la derecha.

En cuestión de segundos volteé y sí, ahí estaba ella, sí, Candelaria, volví a observar a Fernando, él estaba riendo de mi desgracia y haciendo un gesto con las manos que se burlaba de mi destino.

Las casualidades son así, cuando menos te lo esperas, aparecen de la forma más inescrupulosa posible, de todos los lugares del mundo, de todas las actividades posibles, de todos los domingos por la tarde, tú elegiste estar en mi lugar, en mi actividad y en mi domingo.

¿Qué hacías aquí? Me pregunté, era curioso que estuvieras aquí, yo que tantas veces te alenté a venir, que de todos los lugares que anduvimos nos faltaba este, pero tu negativa siempre fue latente y así el tiempo pasó entre nosotros y el tiempo lo dejó como pendiente. Pero hoy domingo por la tarde, en este pueblito tradicional de Tiabaya, donde aún se respira campiña por sus lares, tú estás acá, en esta actividad tan arequipeña y donde, sin duda alguna, más se respira el fervor arequipeño, en estas Tradicionales Peleas de Toro.

Me sentía Rick en la película Casablanca, cuando Ilsa Lund, por esas casualidades de la vida, entra al Café de Rick, ¡pobre Rick! Y pobre de mí en este momento, yo que ya no sabía casi nada de tu existencia, que ya ibas siendo tranquilamente olvidada con el pasar de los días, a pesar de ese encuentro desafortunado del Forum, esa discoteca tradicional del centro de Arequipa, donde un sábado por la noche, nos cruzamos entre el gentío, y a la marcha tuviste la gentileza de presentarme a tu nuevo chico, encuentro que no me sorprendió en lo absoluto, dada cuenta de los pocos lugares nocturnos existentes en la ciudad, las posibilidades de verte eran mayores; de ahí no había sabido nada de ti, hasta hoy, que sorprendentemente llegas a mí lugar.

Tal vez suena egoísta decir “mi lugar”, pero de todas las actividades de la ciudad, donde más me he sentido como en casa, son en estas Peleas de Toros, basta decir que nací sabiendo de ellas, de familia agricultora y ganadera, ni siquiera recuerdo la primera vez que acudí a una de ellas, pero en mi subconsciente siempre estuvieron presente, no solo ello, esos furiosos toros de peleas, grandes e imponentes fueron en mi niñez mis mascotas preferidas, de las que yo hacía cariños una tarde cualquiera en mi casa y ellos me devolvían un lenguazo en el rostro de forma recíproca, hasta que un día llegaron los municipales y nos dijeron que donde vivíamos ya era una urbe, que no podíamos tener animales de granja porque estaba prohibido y un día se los llevaron a todos.

También puedo decir mi lugar, porque en esas Peleas de Toros, se concentran la mayoría de agricultores que han labrado la campiña de este lugar, lo que aún hace bella a Arequipa, que han trabajado día a día para mantener a las innumerables familias arequipeñas que han vivido del agro, como la mía; en estos tiempos ya es inimaginable que esta ciudad un tanto cosmopolita, era un valle que se mantenía de la agricultura, pero lo era. En estas Peleas de Toros, van las familias enteras a pasar un domingo, a comer platos típicos o llevando los platos que aún se preparan en casa, se van reuniendo alrededor de esta tradición y donde más confluyen las rivalidades de las familias de los pueblos tradicionales, donde más te identificas con tu apellido y donde más hinchas por ese toro, que no representa solo a su dueño, sino a todo un pueblo tradicional.

Ahí están esos agricultores que empinan hasta la última cerveza bien entrada la tarde, ¡arequipeña siempre!, que si no es arequipeña, ni se te ocurra venderme otra cerveza, donde empiezan algunas rencillas que terminan en algunos puñetes y en algunos carajos y como escribiría Vargas Llosa, un verdadero arequipeño, digno de esa tierra, jamás rechaza una invitación a pelear, y ahí los ves, a puño limpio. También están ellas, las dignas damas arequipeñas, con sus sombreritos y sus botas de vaqueras, tan guapas ellas, que cuando se trata de alentar, hacen gala de su volcánica sangre y donde la igualdad de sexos calza a la perfección.  

Pero lo que no calza en esta tarde, es tu presencia, tan citadina y tan costeña, ya nunca pensé verte aquí, mis varios intentos de invitarte fracasaron sin más, pero tú que siempre das sorpresas, ahí estas, con tu chico nuevo, a menos de un par de metros de donde me encuentro.

Toda la tarde me la paso viéndote, tienes la mirada rígida hacía la cancha de peleas, en ningún momento, mientras te observo, haces el amague de voltear a tu izquierda, me esquivas de todas las formas posibles y sí, se nota cierta incomodidad en tu ser, no, para nada estas cómoda, no estas disfrutando de las peleas en lo absoluto, es tan raro estar a un par de metros y que no nos digamos nada, ni un saludo, ni una mirada.

Somos dos completos desconocidos, quien lo diría; ¿Cuántas veces pasa?, un día alguien muy cercano a ti, deja de serlo, cuantos momentos juntos, cuantas horas de por medio, cuantos saberes de cada uno, tanta profundidad en nosotros, tanta confianza, tantas risas y lágrimas y ahora somos un ser inexistente en la mirada del otro. Pero es normal, en el amor, en la amistad ¿a quién no le pasó?, que un día tuviste que alejarte de alguien porque ese alguien ya no debería estar a tu lado, una pelea, un malentendido, un sin razón o un motivo te llevan alejarte de ese ser tan cercano a ti, y quedan solo los momentos, tan solo los recuerdos, tal vez algunos no tan buenos pero quedan y otros, la mayoría, se van desvaneciendo en la memoria, y cuando años después tienes a esa persona al frente, a ese amigo, ya no es lo mismo, ni siquiera puedes entablar una conversación y tan solo es un momento incomodo que esperas que pase rápido porque no sabes que decirle, de que hablarle, que preguntarle, la ruptura es inquebrantable.

¿En eso nos convertiremos? En dos seres que en un momento dado se vuelvan a encontrar y lo que más deseen es salir de la incomodidad y no tropezar más, al menos esta tarde somos dos completos desconocidos y no creo que exista esa incomodidad entre los dos, tan solo estas con tu chico nuevo y no quieres generar incomodidades y por ninguna circunstancia vas a tratar de entablar alguna relación conmigo, ni un saludo, ni una sonrisa. Hoy prefieres evitarme, ignorarme, desconocerme, ¿lo harás siempre?

Estoy seguro que en el fondo y de alguna forma, tal vez, hasta deshonesta, me extrañas, ¿cómo no hacerlo? Si debo ser una de esas personas en las que más confías, a la que si podrías pedir un consejo, lo harías sin dudarlo, a la que te escucharía cinco horas en el auricular y pondría a cargar su móvil para seguir haciéndolo, a la que sabes que te quiere sin condiciones y ni siquiera se digna a verte con resentimientos, esa persona que celebra tus triunfos como nadie y que te engríe de tal forma, que te malcría, ese soy yo para ti, y por eso siempre estuviste tan cómoda a mi lado porque siempre te lo iba a celebrar, a mimar, aconsejarte, a tratar de corregirte y sobre todo, a verte feliz, y por esta última razón, ya no estoy a tu lado, no porque no haya contribuido a tu felicidad, al contrario, lo hacía siempre; sin embargo, tú no podías formar parte de la mía y eso es lo que más rabia te daba.

La tarde va transcurriendo, entre las peleas y la tristeza de haber visto perder a un toro amigo, el Indio Diablo, ver los rostros desencajados de los familiares dueños del toro, son de esas batallas que sabes que han terminado para siempre; la tarde continua, Fernando me pasa una cerveza, mi sirvo y volteo a tu salud y solo encuentro la mirada de tu chico, observándome.

Ya solo faltan dos peleas, en general ha sido una buena tarde, a pesar de la derrota del Indio, aunque debo confesar que mi mirada anduvo por otro lado, en Candelaria, la chica de las cejas partidas, la que descaradamente me ha distraído y que no me ha dado cara toda la tarde, pero sé que en mi distracción se ha quedado viéndome.

En un momento pasas de la mano con él, tu chico nuevo, no has esperado a la última pelea de la tarde, prefieres irte antes, me quedo viéndote, detenidamente pasar, no, no vas a voltear, hoy no, te sigues de frente, vas escapando de este encuentro desconocido, de esta tarde casual, voy viéndote alejar de las graderías, y voy deseando, que al menos ese chico que llevas contigo, te quiera la mitad de lo que yo te he querido, con eso basta.




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