16 sept 2018

Volverán las oscuras golondrinas...


He de marcharme otra vez, sabiendo que al aterrizar en otra tierra, en otro invierno, en un clima sombrío y nublado, recibiré una misiva tuya, sin mucho texto y puntualizando en el “adiós”, sabiendo que yo soy el que despega pero… tú eres la que marca la distancia.

Nunca sabré por qué lo tienes que hacer de la forma menos sutil, cobarde y simplificada que hay, un mensaje de Whasttsapp. Nunca te gustaron las despedidas, sobre todo sí yo soy ese que se va, pero por voluntad tuya; nunca pudiste mirarme a los ojos y decirme, Mario, no te quiero. Y no porque no me quieras, sino porque te llenaba de rabia saber que a ese chico que le decías que se vaya, era el chico que más te quería en la faz de la tierra, y eso, sinceramente, era muy descabellado, no el hecho que te quiera, el hecho que a pesar de eso, no quieras.

Ya me sabía ese final, sabía que al bajar del avión no tardarías mucho en decirme, no mucho, casi nada, pero suficiente para saber que era tu forma, otra vez, de decirme que me vaya, no porque estuviera a mil kilómetros de distancia de ti, porque ya lo estaba, sino porque ya no lo intentarías.

Sabiendo ello, no renuncié a mi viaje, que bien pude perder el avión y disculparme, pero sabía que era el destino, que solo en la distancia tendrías el valor de callarme solapadamente, porque estabas segura que ya no iba a decirte nada, ¿qué podría decirte?, si la idea no es cambiarte de opinión con argumentos, dramatismos, lagrimas o pena; todo lo contrario, la idea es que decidas en libertad, sin pensar en mí, sabiendo que lo que decidas es porque lo quieres, que te sientas libre y sin remordimientos, y si al final resulta que te equivocaste, no sería novedad, todos lo hacemos.

Para qué enseñarte mis lágrimas, mi suplicio, mi sufrimiento, no tiene sentido. Para qué quejarme o reclamarte, si las decadencias las forjamos nosotros y aunque el hierro te toque, la huella me la quedo yo.

Por eso me fui, para aligerarte tu contingencia, tus dudas, tu poca intención de seguir con lo casi nuestro.

Ya no tenía sentido decirte algo, a veces me quedo con esa sensación de que faltó decirte algo, que he callado algunas cosas, que no te lo he dicho todo, que tal vez si te doy una explicación mejor, cambiarías de opinión, te retractarías, cambiarías este final. Pero las cosas se dicen en el momento, nunca hay palabras exactas para tiempos determinados, los tiempos son únicos y si no lo dije es porque no fue su tiempo.

Buscar que te retractes, que lo sigas intentando, que te des un tiempo más, no es más que una especie de súplica, la añoranza de querer que te quedes, que no te vayas, que sigas ahí a toda costa; y cuando suplicas algo es cuando en verdad ya no tiene sentido seguir, la súplica no es más que el llanto de denigración de buscar misericordia de la otra persona, pero haría mal buscar algo que por propia voluntad no vas a dar, eso no es misericordioso.

No voy a dar discursos tontos de decirte que espero que seas feliz, ni tampoco quisiera escuchar los tuyos, de que merezco lo mejor, que soy el mejor y que curiosamente dejas ir al mejor, a veces no entiendo a las personas, con esa forma de apaciguar su culpa y desear lo mejor cuando te alejas de alguien, primero porque no debería existir culpa alguna, deberías sentirte bien contigo mismo, porque la decisión la tomas por ti, no por el otro; y segundo porque es estúpido decirle que quieres lo mejor para él, porque la otra persona, a la que estas dejando de alguna manera, está convencida que lo mejor para él o en mi caso, lo mejor para mí, eras tú.

Por suerte esta vez no lo has dicho, porque a estas alturas no había mucho que decir, has sido concisa y te lo agradezco; no has dicho esa estupidez de que encontraré a alguien mejor, alguien que merezca, alguien mejor que tú, porque tú eres ese ser maligno que irrazonablemente no debería querer. ¡Por favor! no hay seres malos, simplemente hay decisiones y depende solamente de qué lado del charco estas, no todos los tratados de paz apaciguan a las dos partes, no te sientas ese ogro, no tengas remordimientos, eres una persona normal, que tomas decisiones para su vida, no para la mía.

Ya pasamos por los por qué, por las lágrimas, por los te extraño pero es mejor que no, ya pasamos por muchas cosas; aún recuerdo mi viaje a Bogotá, el día que iba a partir, me escribiste y me dijiste ¿no nos vamos a despedir?, viniste a despedirte, yo estaba muy ilusionado con lo nuestro o mejor dicho, con lo casi nuestro; lo único que odiaba de ese viaje era que no nos íbamos a ver por unos días, que te iba a pensar todo el rato, me hubiera gustado que viajaras conmigo pero no se dio. Esa fue la primera vez que sutilmente y a manera de Whasttsapp, a kilómetros de distancia, me dijiste que no eras para mí, que aún no curabas las heridas de tu ex, que querías un tiempo para ti, que no querías a nadie, esas cosas que uno dice para tratar de salir de la situación, esa vez si fue distinto, esa noche si pasé horrores en la soledad de mi habitación, lloré hasta decir basta y te pregunté mil veces por qué, fue una pésima noche, de las peores, pero soy consciente que si no hubiera pasado por eso, hoy no estaría tan tranquilo, a veces uno tiene que pasar y desgastarse en lo mismo para entenderlo, no hay consejo que valga si no lo vives, y nosotros ya habíamos trajinado en lo vivido.

El bus del aeropuerto me ha dejado en la esquina de un hotel en Miraflores, a medio recorrido del bus, me había llegado tu misiva, la esperaba, por supuesto que sí, lo he tomado con calma, es algo que se venía venir, el momento ideal para no afrontar las cosas cara a cara y decírmelo de esta manera, lejana y cobarde.

He sacado el celular y he puesto el Google Maps para que me indique exactamente qué tan lejos estoy de mi destino, unas quince cuadras aproximadamente, he decidido caminar jalando mi equipaje de rueditas, es bueno caminar en esta noche húmeda, aspirar un poco el dolor del adiós, es cierto que me encuentro tranquilo, que ya no voy a decirte nada más pero que de todas formas, duele, duele cada pasado que voy dando y así vamos cerrando un ciclo, un tiempo, que ya acabó.


2 sept 2018

La felicidad ja ja


Hace unos días vi un video, fácil muchos lo vieron, desde la ventanita del avión alguien filma al muchacho encargado de subir las maletas y quitar los conos de seguridad, ahí está el muchacho, retirando el cono de seguridad y en vez de llevarlo y ponerlo encima de los otros, él trata de encestarlo en la torre donde están los otros, ¡y lo logra! Lo lanza y lo encesta, hace una señal con los brazos y levanta las manos en señal de victoria, se le ve muy contento, tras tremenda encestada va corriendo levantando las manos en señal de celebración y se tira en la tolva del carrito de las maletas; él no tiene la menor idea que alguien ha inmortalizado su hazaña en ese video, que alguien lo ha pillado saliendo de la regla y que en ese acto juguetón, en estricto está rompiendo los protocolos de seguridad aeroportuarios, ¡pero qué más da! Ha encestado el cono, lo ha logrado, ¿Cuántas veces lo intentó? ¿Cuántas? O fue la primera vez que se salió de la formalidad y en un tiro de suerte le dio al blanco, no lo sé, pero en ese acto minúsculo de celebración se le nota todo el triunfo, tal vez no sea ningún campeonato deportivo, tal vez no sea un gol en la final del mundial, es un acto de un muchacho jugando a encestarle al cono y tras de sí, un momento de felicidad, y es lo que vale, es la verdadera conquista, ser feliz.

He visto el video muchas veces, me ha dejado un sabor de alegría y risa, una esencia de estar contento con el triunfo del muchacho; tal vez pueda parecer un video más para pasar el rato, indudablemente lo es, uno más del me gusta y del compartir, porque hay que reírnos un rato con algún videíto y este sin duda lo es;  pero es más que eso, es un momento en la vida del muchacho en el cual ha sido feliz y sí, hay que detenernos en eso, porque uno puede tener muchos problemas en la vida, puede que uno no tenga el mejor trabajo del mundo, viva con lo justo para llegar a fin de mes o tu esposa te ha dejado porque encontró el amor después de ti, pueden ser muchas cosas que te encierren en la oscuridad y en la incertidumbre pero basta un acto distinto en tu vida, un acto que rompe con la continuidad para sonreír, y no es solo una alegría, es un “acto de felicidad”, ese acto en que los doctrinarios y teóricos le han dado muchas vueltas para hallar durante siglos, para buscar una estabilidad constante y trascendente del ser, esa que te dicen mil y un veces que tienes que  encontrar, tu dizque verdadera felicidad, pero que equivocados estamos en buscar esa “trascendencia permanente” cuando los podemos encontrar en actos sencillos, tal vez poco convencionales, tal vez como jugando en darle al cono.

Y tal vez tú no lo entiendas, no entiendas mi molestia del otro día y solo sepas agradecerlo  mil veces; me comentaste que tenías que estar en un almuerzo y me ofrecí llevarte, llevarte a comprar unas cosas para la casa, después a la casa de tu madre y después al almuerzo y aunque a mí no me pareció la gran cosa, el sol agobiante, el trafico caótico, las pistas tiras y el tiempo perdido, a ti te pareció mucho gesto de mi parte.

Te fui a recoger del mercado de la Antiquilla, ese barrio tan bonito y tan arequipeño, con casi todas sus fachadas de sillar, tan antiguo y tan preservado, te vi andar por esa calle, y me voy a permitir describirte en el paisaje, porque yo te vi en el paisaje, mejor dicho, fuiste el paisaje. Ese espacio natural admirable por su aspecto artístico que indica la RAE, te vi andar, con la melena suelta y un tanto esponjosa, medio castaña clara con grisáceos negros, con tu tez blanca matizada con esos ojos claros, muy claros, muy de felina, un collarcito negro en tu cuello pulcro, tu figura delgada abrigada con un jersey negro algo suelto y un jean ajustado con rayas a la altura de la rodilla, te vi andar en dirección al firmamento, tan guapa y tan desenvuelta, como si el cosmos conjugara a la perfección en unos simples pasos, tus pasos.

Podría sonar muy exagerado, muy enamorado, pero yo te vi andar tan indescriptible que aunque haya intentado hacerlo, muy poco he tecleado para tan bello paisaje.

En el camino me preguntaste que tal estabas, tan solo atiné a sonreír y a decirte bien, escuchamos algo de música, charlamos un poco y el tiempo pasó deprisa, en cuestión de minutos y cumpliendo con el itinerario, ya estabas bajando del auto, algo tarde, para entrar a tu almuerzo; en todo el trayecto y aunque no sea muy bueno manifestándolo, estaba feliz que estuvieras a mi lado, bastaba con que hablaras algo, que a ratos solo repitamos las letras de las canciones, bastaba un trayecto automovilístico cotidiano y sin mucha trascendencia, para darme cuenta, que en el mundo no solo existían actos que te hacían felices, también había personas, que con su sola presencia, con su desprovista y sencilla imperfección humana, te hacían feliz, gracias por ello.

Link video:

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