21 may 2013

Mi departamento (parte II)

Han llegado las semanas y consigo el cobro por adelantado del primerizo mes de mi departamento refaccionado que he dejado en manos de un completo desconocido que me ha cortejado con documentos y papeles bien acreditados para quedarse con mi piso; con toda la confianza a ciegas, porque la galantería no hace la caballerosidad, he depositado mis llaves en manos de Julio, mi nuevo inquilino.
Como nunca determinamos lugar de pago y recordando que tampoco legalizamos el contrato de alquiler, aunque un viejo amigo abogado me ha dicho que esas son formalidades, que lo que valen son las firmas y punto, ¿aunque para asegurarse no cuesta nada mancharse el dedo con tinta y estamparla en el papel para darle un toque de digital no? He buscado entre mis amontonados papeles y anotaciones por doquier, el número de Julio, para llamarlo y concretamente cobrarle el mes de alquiler, no sin antes saludarlo con la galantería de un diplomático sin necesidad de traductor. Fecha y hora acordada y lugar que sé que es mío pero que ocupa él, pareciera que no habrá problemas con lo del pago; entre ese terrible desorden de mi escritorio, entre uno de esos papeles tachados he observado una singular nota “número de Cecilia, mi ex futura inquilina que nunca fue, 959873447”.

Entre la duda, el querer y temor he marcado el 959873447.
-          ¿Aló?
-          Buenos días, ¿Cómo le va? Como no he recibido quejas de su persona, sólo llamaba para cerciorarme si no ha tenido algún inconveniente con el piso.
-          Perdone si soy descortés, pero por lo que tengo conocimiento sé que este piso no es de usted, así que hágame el favor de no hacer un comentario que no tiene lugar, a menos que…
-          Ando interesado en usted
-          ¿Quiere verme?
“Ando interesado en usted”  de frente, sin rodeos ni galanterías, ese no parece ser yo; el pausado, respetoso, galante, el que suelta un piropo y otro más, el que no concreta nada, el que pregunta por tu ex, el que le da una vuelta al asunto y cuando lo ve por finalizado le salen con que son amigos y no te quieren perder, ese soy yo.
Todavía dudo haber dicho eso, no sé en qué pensaba, me atreví de la nada, arriesgue por la aventura sin tener la soga sujetada, esperando una negativa, un insulto, un cómo se atreve, pero no, me respondiste afirmativamente, me invitaste a verte, no dudaste de quien era el que te hablaba, ¿estabas esperando mi llamada?

He vuelto a pasar por tu calle, es la sexta vez que lo hago, son días previos al día acordado, el jueves a las diez de la mañana, y ya ando intranquilo, me se tu timbre de memoria sin nunca haberlo tocado, se cuál es tu cochera y el carro de tu marido, el Toyota azul, y se me hace tan raro el lugar de la cita, tu departamento, no recuerdo si me dijiste si tenías hijos, ¿los tienes?
Es miércoles, mañana es el día, he sacado a pasear al perro por las calles próximas a tu vivienda, ¿mera casualidad? No he dejado de pensar en ti y en nuestro encuentro desde aquella imprevista llamada; no saco mucho a Bobi, es incontrolable cuando se cruza con otro de su especie, su rabia incrementa, sus ladridos desesperan, quiere enfrentárseles como dé lugar y yo tengo que estar sujetándolo, jalando la cadena para que cambie de parecer y lo único que logro es su resistencia  y su permanente terquedad a estrechar lazos de enemistad con los de su raza. Me distraigo por las calles ansiando pasar los minutos, Bobi ya muestra signos de agotamiento, lengua afuera y su quejido respiratorio permanente, vamos de vuelta a casa Bobi.
Recién es hora de almorzar, salgo de mi casa con la parsimonia de retrasar el paso rumbo a la pensión, soy objeto de miradas, mi juventud no va acorde con la lentitud de mi paso, quiero matar el tiempo y ellos quieren detenerlo para no verse muertos, más de dos años que almuerzo en el mismo lugar, no es un sazón exquisito, pero es higiénico, contundente y agradable al paladar, me olvidaba de mencionar que pago un precio módico al mes.
La tarde me contempla con el cielo nublado, la atmosfera fría va acariciando el tiritar de mi piel, mis pasos deambulan por el detrimento de las fachadas, algunos transeúntes sujetan los paraguas, algunos van aprisa, otros se detienen en algún letrero que atrapó su vista, el mundo gira en el mismo hemisferio y nosotros no caeremos en el mismo lugar, la ley de la gravedad humana.
Veo el desangrar del cielo por mi ventana, después de un largo paseo por el centro de la ciudad, mis pies cuelgan del sillón, mi cuerpo busca una posición placentera para observar la pantalla del televisor, posición que traerá secuelas a mi espina dorsal, la comodidad no siempre es salubridad, la rectitud a veces es difícil de sobrellevar; el control remoto le saca un chispazo al suelo, enésima vez que anda en derribo y todavía cambia de canal, mi mano lo soltó cuando el sonido del televisor confrontaba el ronquido bronquial de mi ser, es hora de dormir y acurrucarme entre las almohadas y frazadas, hago un esfuerzo por levantarme, no es conveniente esforzar mis músculos cuando andan dormitados, antes de apretar el botón rojo me atrapa una noticia farandulera, al chato “atrasador” se le vio con otra en una discoteca del norte, que dirá Nataniel.
Como si en ese segundo me hubieran devuelto la vida, abro los ojos, concluir que me quede dormido es una perdida de tiempo, me ducho con agua fría, prender la terma sería otra perdida de tiempo, me derramo la colonia mientras trato de calzarme los calcetines, a la camisa le falta una planchada, a los zapatos un betún negro y maldita sea, no encuentro la correa del pantalón. Cojo el primer taxi vacio que veo, ni siquiera pregunto el precio y me subo, el recorrido se hace extenso, como lo es siempre que andas apurado, llego a mi destino, el conductor se aprovecha de mi necesidad, desciendo del taxi y me veo al frente de tu departamento, ¿llegué tarde?
Son las diez y cinco, toco el intercomunicador una vez, no quiero parecer ansioso, escucho un silencio reinante, vuelvo a tocar, dos veces esta vez, el silencio sigue en el reinado, me desespero, no tengo que ser impaciente, no puedo, esta vez no dejo de tocar, el silencio es totalitario.
Me doy por vencido, al parecer no hay nadie, tampoco está el Toyota azul, alguien me observa por la ventana del piso de arriba, no logro distinguir si es una mujer, reniego conmigo mismo, ¿acaso llegue demasiado tarde?, empiezo andar cuesta arriba, existe la posibilidad de que ella nunca estuvo a la hora acordada, ¿se habrá olvidado de mí?, quizás tuvo que salir por una urgencia, no, no, me dejo plantado, se bofa de mí, seguro se percato de mi presencia los días anteriores por su hogar y se asustó, ella no podría tener algo con alguien tan obsesivo, y ahora trata de esquivarme.

Empieza a sonar mi celular, es ella, no, no lo es, en la pantalla leo el nombre de Julio Rodríguez y se me viene a la mente nuestra última conversación.
-          ¿Le parece el día jueves?
-          Me calza bien, justo en la mañana no voy a trabajar.
-          ¿A las diez entonces?
-          Lo estaré esperando.
Contesto la llamada.
-          Señor Mario lo estoy esperando con su dinero.
-          Discúlpeme, he tenido un contratiempo pero ya me encuentro yendo para allá.
-          Ok, lo espero.
He perdido la razón, me olvide de mi alquiler, pensar en ti ha hecho olvidarme de lo demás, me emocione tanto con tu pregunta que ni siquiera me percate que había quedado a la misma hora que con Julio.
He vuelto a entrar al callejón, caminar unos pasos y pararme frente a la puerta de mi departamento alquilado, me ha abierto sin demoras, Julio es muy respetuoso conmigo, me ha invitado a pasar, le doy un vistazo a mi ex departamento vacio, aun falta algunas cosas –me dice, me puedo dar cuenta de ello, me alcanza el dinero en un sobre, confío en él y no lo abro para contarlo, le pregunto por el vecindario, es muy tranquilo –me dice.
Voy deslizándome a la salida del callejón y suena mi celular, llamada desconocida.
-          Hola, soy Cecilia, no creas que me olvide de ti.
Me quedo callado.
-          Necesito de tu ayuda, te llamo más tarde para decirte donde nos vemos.
Ni siquiera escucha decirme “ok” y la llamada se corta.
  




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