26 oct 2010

¡Ocupado!



“El tigre” así lo apodaban sus compinches, era fiero y rugía en los momentos exactos, malhechor astuto, los policías no lo cazaban nunca, veloz como si tuviera cuatro patas y con su distintivo, una raya en el pómulo derecho, dicen que se la hizo su padre por tirarse los ahorros de la familia.

Lo tenía todo calculado, se había pasado un par de semanas cateando la casa, era una familia muy rutinaria, a medianoche la casa se parecía a un estadio de futbol cerrado, no había ni perro que ladre. Su nombre real era “Domingo”, ya ni su madre se acordaba que un día lo bautizo con el nombre de su padre, a la vez éste nació en la festividad de Santo Domingo de Guzmán, patrono de vaya a saber qué.

Como todo bandido respetado, tenía sus mujeres, “sus gatas” como decía él; María, ¡ay María!, estabas cansada de ser la concubina y la más cachuda del barrio, ¡pero no más! Con la hija de tu comadre no se lo ibas a permitir, 19 añitos tenía la muchacha, ahora si vas a saber quién es María Dolores Peña Calderón, ¿Qué no me atrevo? ¡Ay carajo! De lo que soy capaz, ni que conviviéramos 17 años, pero ahora sí me vas a conocer de verdad.

No le gustaba tener ayudantes, era sabido que mientras menos eran más ganancia para uno y así ya nadie habla porque él no suelta nada, a la 1 se iba a trepar el muro de la frontera, y al rato ya estaría adentro, que las púas de metal no le hacen ni cosquillas y que el cerco eléctrico no saca chispa, que la puerta me la palanqueo con mi fierro y que el hall se ve muy hospitalario, vamos por la escalera pa’ ver que me encuentro.

No era aprendiz de brujo, era el mago del saco, no traía nada y salía sin conejo pero con chanchito pa’ romper; adornos, joyas, electrodomésticos pequeños, con reloj y billetera llena, no te olvides Tigre de un par de juguetes pa’ los niños.

Y cuando ya se disponía a salir empezó su desgracia, un dolor agudo, intenso, ese que te tuerce y te llega a doblar, de tripas amargas, soltó el saco, ya no podía más, ¡no ahora! ¡Si nunca me ha sucedido! ¿Dónde está?, es la puerta de allá, se deslizo como pudo, jalo la puerta del baño, entro con propulsión y la flatulencia retumbo por los rincones de la casa.

Los huéspedes se despertaron con el ruido, el padre alzo el teléfono y llamo a la policía, sí, claro que era un ladrón y parece que está en el baño, ¡vamos para allá señor! No salgan de sus dormitorios.

Si María me dio un caldito antes de salir, ¿Qué me pudo caer mal? “El Tigre” se cuestionaba, mientras le derrumbaban a golpes la puerta y el atinaba a decir que “estaba ocupado”, y el dueño le proliferaba al teniente, que le tenían que reponer un sanitario nuevo, que no pensaba sentarse donde estaba ahora sentado ese malhechor apaciguando su malestar estomacal.

“Comadre ponga a hervir estas hierbas en el caldo y verá como ese desgraciado no vuelve a tocar otro culo que no sea el suyo.”

“¿y el papel?”







19 oct 2010

El toro Sevillano


Para los criadores y aficionados a las tradicionales peleas de toros, sombreros que llevan la insignia arequipeña, que el domingo me contagiaron por una pasión que mis raíces no olvidan.


Se subió encima de la conejera, ¿niño no estaba prohibido hacer eso?, se acerco al muro que daba al establo y ahí estaba, un semental negro, con casi una tonelada de peso y unos cachos grandes, fuertes y largos. Le estiró la mano y el Sevillano se acercó, manso como una ternera, y el niño estiró sus diminutos dedos en su cicatrizante frente, dura y con desgastado pelaje. ¡Sí! ¡Sí! Era el mismo toro del domingo por la tarde, al que no le hacían el pare una cabuya y cinco hombres jalando de ella, el mismo que corrió al medio del ruedo a esperar a su oponente, un colorado con manchas blancas, fiero e intimidante como él; lo midió, lo espero, rabillo con rabillo y cuando su furia no pudo más, embistió, la fricción de los cachos, las patas empujando y aguantando el peso, la fuerza tirando el polvo, ¡sí! ¡Sí! El Sevillano arremetiendo, dando pitonazos exactos, la algarabía del público, la energía recogida para una última embestida, ¡y ya lo ven! Corre, corre, que te mocho el rabo ¡colorado!, los sombreros de los agricultores aparecen, ¡para torito! ¡Que ya ganaste!, la cabuya, ¡pon la cabuya carajo!

La gente se le acerca al Sevillano, lo bañan de cerveza, se le suben encima, lo acarician, ¡ganaste carajo! ¡Buen toro!, que se venga el padrino con el trofeo, que yo soy el dueño, que yo lo crio, que ya le pongan el escapulario a la mejor pelea, todavía, todavía faltan dos.

El niño se lanza al establo, pisa el estiércol, no, ¡no otra vez!, ensuciando los zapatitos y la ropita de lana con guano, se levanta, se acerca y a las justas llega a rozarle la pancita, el Sevillano voltea, le lame el cabello, no Sevillano, ya no tiene sombrerito de paja, porque el ultimo te lo comiste tú; el toro se mueve, siente unos pasos, la Isabel aparece, el toro la mira con furia, la Isabel se intimida, niño Javier ¡salga ya! Que su mamá lo llama, y el niño atina a decir, ya Isa.





11 oct 2010

Lo que Varguitas no dijo




Fue mucho después, de la primeriza vez que compre una obra por iniciativa propia, “Se busca una mujer” (mujer que todavía no encuentro) de Bukowski, en una librería de la calle San Francisco, diría que fueron mucho años después, que un día, en el patio de una casona del centro histórico, se me ocurrió comprar una novela de él.

No fue a los seis años que empecé en el mundo fascinante de la literatura, él sí. Fue más bien tardía, sin iniciativa propia, pero con esa rabia anhelante de proliferar que yo leía novelas y sabia de autores, que empecé a concretizarlo de verdad. También fue una respuesta (excusa) hacia mi defensa, de que yo no leía textos escolares, que se traslucía en rojos en mi libreta, porque leía novelas descaradas que me enseñaban más de biología (dígase pornografía) que las que dictaba un profesor, que estudio medicina, no para salvar vidas, sino para graficar en la pizarra nuestra anatomía.

Fue esas ganas de excusarme del mundo, las que me alentaron y permitieron leer más novelas de las que pensé, atrás quedaron no solo las obras obligatorias que afirmabas leer en el colegio, El Túnel de Sábato fue la mejor opción que recuerdo. Sino la única novela que leí por imposición de mis ojos, Los Miserables de Víctor María Hugo; que empezó con Bukowski una afición que me llevaron no solo a devorar libros sino a atreverme a ser uno de ellos, un escritor.

Fue mucho después, que divise en la casona, un titulo tuyo que me motivo hacerlo mío, “Travesuras de la Niña Mala” ¡sí! De ti Varguitas; desde muy niño escuche del escritor contemporáneo salido de mi tierra, mas nunca me digne a leer algún título tuyo, que conocía por cultura general.

Ricardo se identifico conmigo, desde la primera hoja sabia que ya habían retratado mi historia de amor, Ricardo era yo y la mala siempre será ella (Josefina); tu lectura me llegó en un momento exacto, tal cual vivía una historia de amor, que como muchas no se concretizo.

“La fiesta del chivo” afianzo nuestra alianza, el punto final de esa novela, fue mi reconocimiento hacia tu majestuosa pluma, sin duda, pactamos que tu serías mi escribidor y yo tu lector.

Le siguieron la inacabada por mí “la guerra del fin del mundo”, la bibliográfica “tía Julia y el escribidor” y la dificultosa “casa verde”, así no solo esperaba anhelante “el sueño del celta” sino esperaba tener tiempo para proseguir con las demás.

Y sin más que decir, los medios y personalidades del mundo ya lo han dicho todo, aunque mis amigos de la derecha conservadora no les guste, aunque los de la izquierda te borren de la existencia, aunque te hayas olvidado de la tía Julia en tus “catorce minutos de reflexión” por respeto a tu prima, aunque sea uno más que se sube al coche para alagarte, cansados de decir que ya hace veinte años merecías ese premio, aunque Borges no lo sepa, dejo en claro, que antes de ser Peruano, antes que los de el diario “El País” te quiten tu origen por volverte Español, antes de los estúpidos comentarios confrontados por ser o no ser “hispano-peruano”, antes que me llamen antipatriota, como dijo el Rey de España ¡porque no se callan! Porque tu antes que todo y lo relevante que serás ahora, eres, serás y morirás ¡siendo Arequipeño!



“cuando el churrasquero menor me lanzó, sin preámbulos, un puñetazo que me sentó en el suelo. Desde allí, y mientras, aturdido, dificultosamente me ponía de pie y me preparaba a poner en práctica la filosofía de mi abuelo, un caballero de la vieja escuela, quien me había enseñado que ningún arequipeño digno de esa tierra rechaza jamás una invitación a pelear… “


“la tia Julia y el escribidor”
Mario Vargas Llosa

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