IY en mi sueño un ruido se incrementa, cada vez más agudo, más penetrante, y más agudo; me hace salir de esa realidad irreal en la que a veces me gustaría permanecer; el ruido se ha vuelto desesperante, llegando a inquietar al silencio que descansa en la oscuridad de la habitación, mi brazo se desliza por la oscuridad, buscando instintivamente ese objeto insignificante que ha perturbado mi sueño, sueño que no podre plasmar en la realidad, sueño que se llevo consigo su suceso sin apiadarse de mí y sin ni siquiera regalarme una pieza para recordar que objeto constituía en mi sueño. El sueño quiere regalarme un momento más y deleitarme con otro suceso en el que yo sea objeto de él; ya no será el mismo, el de antes, ese sueño que fue fastidiado por el ruido penetrante; empieza a ser otro, uno nuevo, uno distinto, ya empiezo a sentirme placido en esta nueva entrega cuando de pronto el ruido insoportable vuelve a ser manifestante, mi mano hace presa de él y con un deslizamiento de dedos calla ese aparatoso ruido.
IIEl alba ni siquiera se ha asomado por mi ventana y mis pestañas se han amarrado entre sí para no ser presa de una obligación; el albor ni siquiera ha rozado las cortinas y otra vez, sí, otra vez. Otra vez con esta angustia de saberse cansado recién levantado; luchando contra mis pestañas que han acabado por conformarse pero han decidido andar a media asta, y no soy mujer para hacer maniobras con una cuchara y aparentar que ni con el cansancio mis pestañas pierden su belleza. Sólo hay una intrépida que no ha querido acatar esta orden y se ha lanzado a la aventura de nadar en la esclerótica incomodando la poca visión que me permiten los músculos. Otra vez vivir cansado en una mañana que ni siquiera ha empezado, otra vez la rutina de creer que fueron suficientes 5 horas de sueño para 19 de actividad, una matemática de proporcionalidad muy ajena a la necesidad biológica de este cuerpo que siento que ya no es tan mío. Creerte algo que no predicas porque toda la mañana balbuceas que un poquito más hubiera sido mejor, 5 minutos más.
IIIEstamos en el bar de siempre, más nuestro que del propio dueño, que la copa se ha roto y que no importa porque la pago yo y tú me agradeces con tu mirada y una sonrisita con presita de carne que se quedo rezagada, y sin ascos yo me imagino que esos dientes entrada la madrugada se quedaran con otra carne, más reseca y más propia de mí. El bar de siempre, para variar, los músicos de siempre, con esas canciones que no pasan de moda o es que nosotros ya nos quedamos rezagados; que mañana subiré al Everest y no me importa estar ingiriendo alcohol y trasnochando porque estoy contigo, y por ti hago el esfuerzo y el cansancio es meramente un cuento; que ya debería estar alistando mis equipos para estar listo, ¿que son más de 8 mil metros y una noche un poco frenética? La música sigue con ese ritmo tan nuestro; espera… ¡que pasa! Ya no es nuestra, nos desespera, el bar ya no es nuestro ni los músicos ni tu presa rezagada; me despierto, estiro el brazo, hago presa de él y mis dedos se deslizan, se acabo ese ritmo desesperante y con ello el sueño de que mañana partiré al Everest.
IIEl alba ni siquiera se ha asomado por mi ventana y mis pestañas se han amarrado entre sí para no ser presa de una obligación; el albor ni siquiera ha rozado las cortinas y otra vez, sí, otra vez. Otra vez con esta angustia de saberse cansado recién levantado; luchando contra mis pestañas que han acabado por conformarse pero han decidido andar a media asta, y no soy mujer para hacer maniobras con una cuchara y aparentar que ni con el cansancio mis pestañas pierden su belleza. Sólo hay una intrépida que no ha querido acatar esta orden y se ha lanzado a la aventura de nadar en la esclerótica incomodando la poca visión que me permiten los músculos. Otra vez vivir cansado en una mañana que ni siquiera ha empezado, otra vez la rutina de creer que fueron suficientes 5 horas de sueño para 19 de actividad, una matemática de proporcionalidad muy ajena a la necesidad biológica de este cuerpo que siento que ya no es tan mío. Creerte algo que no predicas porque toda la mañana balbuceas que un poquito más hubiera sido mejor, 5 minutos más.
IIIEstamos en el bar de siempre, más nuestro que del propio dueño, que la copa se ha roto y que no importa porque la pago yo y tú me agradeces con tu mirada y una sonrisita con presita de carne que se quedo rezagada, y sin ascos yo me imagino que esos dientes entrada la madrugada se quedaran con otra carne, más reseca y más propia de mí. El bar de siempre, para variar, los músicos de siempre, con esas canciones que no pasan de moda o es que nosotros ya nos quedamos rezagados; que mañana subiré al Everest y no me importa estar ingiriendo alcohol y trasnochando porque estoy contigo, y por ti hago el esfuerzo y el cansancio es meramente un cuento; que ya debería estar alistando mis equipos para estar listo, ¿que son más de 8 mil metros y una noche un poco frenética? La música sigue con ese ritmo tan nuestro; espera… ¡que pasa! Ya no es nuestra, nos desespera, el bar ya no es nuestro ni los músicos ni tu presa rezagada; me despierto, estiro el brazo, hago presa de él y mis dedos se deslizan, se acabo ese ritmo desesperante y con ello el sueño de que mañana partiré al Everest.

No hay comentarios:
Publicar un comentario