¿quién me ha robado el mes de abril?,
¿cómo pudo sucederme a mí?
Pero ¿quién me ha robado el mes de abril?,
lo guardaba en el cajón
donde guardo el corazón.
Joaquín Sabina
Me he puesto a conversar con una amiga y ya me ando apartando de ti y de esto que pensaba escribirte, haremos el esfuerzo de que no sea así.
Es 2do de Abril, la primavera llega en la otra parte del charco, la esperanza volverá a renacer para después temblar de escalofríos y así otra vez.
Es feriado largo, de esos que hay pocos en el año, de esos en los que puedes viajar y conocer más del grande Perú y yo que ya ando sintiéndome culpable de conocer poco de mi tierra y más de otras, debería aprovechar para viajar. No lo hago, es un feriado de sacrificio, es una semana apócrifamente santa, pero el fervor de la fe aún florece en primavera y todavía quedan esos verdaderos cristianos que celebran la semana santa con una mística tradicional de cada lugar (que no pienso empezar a detallar), pero podría permitirme contar solamente una, esta la escuche recién ayer en un bar detrás de la Catedral, una chica comento que su abuela la perseguía con un San Martincito (látigo de tres puntas) y le daba unos cuantos latigazos para ayudar apaciguar en algo el sacrificio de Jesucristo. Seamos sinceros, mi poco compromiso católico, me podría permitir viajar apaciblemente por algún lugar recóndito de mi grande Perú, pero mis nada de planes y la vacía bolsa de viaje que cargo, no me permiten hacerlo. 
Por fin entras en escena, ya me estaba preocupando y ya me andaba dispersando, ya hasta pensaba hablar de ese pueblo judío y de esa pascua distinta. Lo cierto es que es Abril, con mayúsculas, porque siento que este mes es el favorito de muchos y de otros tantos que han incluido este nombre en su escritura, no sólo Bryce.
Llego, como nunca, temprano; trato de inscribirme pero no me hacen caso y eso que trato de hacer cualquier paparruchada para llamar la atención (manía mía que nunca surge efecto) y entre que saludo a uno y otro, te saludo a ti soltando un “qué bonito se ha puesto el día” haces la que no me escuchas y me haces la típica pregunta (¿qué?) para que te vuelva a repetir lo dicho y aunque me gustaría que unos y otras lo vuelvan a escuchar, te digo que nada.
¿Qué cuando llegue? Un miércoles, te digo.
Al rato nos encontramos caminando hacia el auditorio, ¿que a dónde vas?, es este de aquí, no hagan bulla, está oscuro, no veo, ¿tú ves?, me conduces adelante, me choco, hago bulla, te ríes, te sigo, esto es deshonesto, sigue oscuro, nos sentamos como podemos y recién se prende la luz.
Estas a lado mío, algo tengo que hacer, la pienso, me hago el atento, que no me mire el charlista, sientes que te han mandado un mensaje, no soy yo; entre la originalidad y la galantería de Don Juan, maquiavelo un plan, sientes un mensaje, este si es real, ese soy yo, mierda, ese no era el mensaje, ya lo leíste, este es, de nuevo envío, se demora en llegar, al fin llega, terminó el charlista, ¿qué si soy tacaño? Y te vas.
Te has olvidado de decirme ¿no me vas a dejar?, odio que no haya siempre tres tipos que nos sigan y te den miedo, no te vayas, que yo te dejo, ya te fuiste, ya sé que no quieres nada conmigo (suposición), no importa, siempre me quedará el Venecia y sus helados, que no quiero matrimonios ni compromisos por delante, sólo quiero pasármela contigo el resto de la vida tomando un helado al anochecer. 
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