6 dic 2009

Un domingo cualquiera

Tarde me levante, tan tarde que me he visto en la necesidad de decir “buenas tardes” a la primera persona que he visto después de levantarme de la cama; no voy a mencionar a esa persona porque quiero dar una apariencia de independencia absoluta, te quiero mami.
Una noche con aire a acento español en mis oídos me ha traído un regodeo en mi ser, he sacrificado horas de sueño para ver con fascinación a una muchedumbre desenfrenada cantar a muchas voces y desafinadas “Io sono il capone della mafia, lo sono il fligio della mia mamma, tu sei uno stronzo di merda ¡ja! ¡ja! ¡ja! e un fligio di troia in Venezia” y no importa no saber la letra, mucho menos la pronunciación ni pensar que significa, lo que mejor nos sale no es el Venezia sino el ja ja ja y con todo ello la cantamos como si la supiéramos y la hacemos tan nuestra como en verdad lo es.
Esa es la razón por la cual la mañana se me ha pasado literalmente soñando, se ha pasado como se pasan los días, rápidos como los segundos. Me he levantado, he puesto a cargar el celular pero no lo prendo porque no quiero que me llamen, sin duda me van a llamar porque he puesto un anuncio en el periódico y en el mi numero móvil, tengo prisa para alquilar un departamento, me han contratado específicamente para alquilar el departamento, ya han pasado varias semanas y nada, nada yo diría por los caprichos de los dueños más que por el precio o por los interesados; verdaderamente ya estoy cansado de este trabajo, tan cansado que prefiero tomarme un taza de leche y venir a sentarme al monitor a escribir, como lo estoy haciendo precisamente ahora.
Me he conectado a ese medio de comunicación tan maravilloso para perder el tiempo llamado Messenger, espero a que alguien me hable, pasan los minutos y absolutamente nadie lo hace, me olvide de ponerme de modo “conectado” aunque no era la razón porque igual sigo sin que nadie me hable. Sigo esperando con la tranquilidad que me ha caracterizado, doy un vistazo al escritorio y me llama la atención un libro de William Faulkner, tengo ganas de leerlo pero soy tan pasivo que ni siquiera abro el libro. Nadie me ha hablado todavía, doy un vistazo a la lista de conectados y decido abrir un par de ventanas para entablar una conversación.
Me llamas la atención, me pareces recontra solitaria, no sólo porque lo hagas notar con tus nicks todos melancólicos y solitarios, cuando te veo en persona tu mirada rehúye a la mia, como si estuviera acostumbrada a que nadie la mire. Eres extraña, al punto de decir que tienes algún trauma que cargas diariamente. Obviamente como el común de los mortales no me atrevo a decirte eso que he pensado, ni siquiera te he dicho “hola”, no sé porque razón pero con qué ganas llenas de rabia te he dicho “¿vamos al cine más tarde?”
Ahora dudo en haberte escrito algo así, no sé cómo me he apresurado a preguntarte eso, soy un chico tímido que no le gusta tomar riesgos, miedo yo diría que es la palabra. No me contestas, demoras en contestarme, siento que tu respuesta será negativa, nunca hemos salido juntos ni en compañía ni solos; tenemos un lazo amical casi nulo, yo sé que nos queremos pero nunca hemos hecho algún acto para demostrarlo, ese lazo amical empezó por compromisos académicos y todas las veces que hemos hablado ha sido en un lugar académico o en relación a ello, aún así siento que ese lazo más funcional que de amistad nos ha unido profundamente.
- “¿A qué hora?” - me has respondido. Una sonrisa he soltado con sabor a ilusión.






…continuará

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